Recuerdo que hace un tiempo en Twitter tuve un intercambio, en el que me recordaba del récord casi perfecto de Aerolíneas en materia de seguridad, y le dije abiertamente que no me gustan ese tipo de estadísticas. Principalmente, porque hay un riesgo inherente a toda confianza. Elaboremos un poco.
Con el cierre de 2017, se dio a conocer una estadística que demuestra que el año que acaba de terminar fue el más seguro en relación con la aviación comercial de toda la historia, continuando con una tendencia marcada en los últimos años hacia la reducción drástica de los accidentes con pérdida de vidas.
La afirmación es categórica: no hubo muertes en vuelos comerciales de aviones con motores a reacción. Pero es importante tener en cuenta un par de asteriscos. Primero, sólo contabiliza a los aviones comerciales certificados para trasladar más de 14 pasajeros. Tal es así, que la lamentable caída de un Cessna 208 Caravan con 12 pasajeros en Costa Rica no movió la aguja de esta estadística, y sí la de las excepciones a esta afirmación inicial. En 2017, hubo 10 accidentes con 44 muertos que correspondían a pasajeros o tripulación de las aeronaves y 35 muertos que corresponden a personas en el suelo. Un total de 79 víctimas fatales. En el número general, implica que las chances de muerte de un pasajero en 2017 fueron de 0,06 cada millón. O de un muerto por cada 16 milones de vuelos.
Mi problema con estos números es que le dejan lugar a cierta autocomplacencia. Que este 2017 que terminó haya tenido cero muertes en accidentes de aviones comerciales a reacción es un inmenso logro, pero debe ser tomado como una absoluta excepción. Lo peor que podemos hacer en la comunidad aeronáutica es creer que esto convalida muchas de las cosas que se hacen o se quieren hacer. Muchos de los que son parte de este mundo de la aviación comercial, saben que en más de un caso, el componente ineludible del azar estuvo presente.
Las cifras son fotos. Cuentan un momento en el tiempo, y aún cuando haya varias fotos de momentos cercanos en esa línea de tiempo, no podremos llamarlo secuencia. Descendieron los accidentes? Sí. Garantiza que este 2018 sea igual? Absoluta y categóricamente, no.
El último gran accidente lo tenemos fresco y cercano: el Lamia 2933. Que fue una combinación tremenda de factores que se alinearon para que las cosas salieran horriblemente mal. Ahora, y apelo a la honestidad del lector: con una mano en el corazón, qué cambió en la aviación Latinoamericana? Los vuelos regulares de las compañías reconocidas tienen más control. Ponele. Pero cuántos charter salen de cuántos aeropuertos configurados en modo «Si Dios quiere»?. Cuántos privados?
La seguridad operacional es un ajedrez intenso, que se juega todos los días, a toda hora, en todos lados. Y lo juegan varios tipos de jugadores, los que tienen como objetivo garantizar esa seguridad y los que tienen otros objetivos. Sea plata, sea poder. Sea ignorancia, sea arrogancia. Todos juegan. Y en ese revoleo de todos juegan, aparecen cosas como ésta:
Since taking office I have been very strict on Commercial Aviation. Good news – it was just reported that there were Zero deaths in 2017, the best and safest year on record!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 2 de enero de 2018
Este buen señor se cuelga la medalla de esta estadística. A nivel global. Es decir, el hecho de ser «estricto» en lo que respecta a aviación comercial es lo que hizo que el año pasado no hubiera ningún accidente con víctimas fatales en todo el mundo.
Lo que dice el míster president tiene la misma lógica infalible que si yo dijera que porque me puse particularmente estricto con los leones del Serengeti en relación con el postre, ninguno de ellos murió porque el estómago se le puso duro con la combinación fatal de sandía y vino. La falta de correlación es atroz, y no hay lógica de ningún tipo y tenor que se le pueda aplicar a la absoluta burrada que está diciendo. Pero vayamos un poco más allá.
Usted dirá «Trump es Trump», y en un punto lo entiendo. unas ocho horas después de eso amenazó por twitter a Corea del Norte diciendo «si ustedes tienen un botón nuclear, yo tengo uno más grande y que funciona» (Seguimos hablando de botones nucleares, maestro?). El tema es que hay especialistas – ponele – que realmente creen que el muchacho tuvo alguna incidencia. Lo iba a citar, pero prefiero no entrar en polémicas. Discuto cuando sé que me aporta algo. No creo que sea el caso.
En realidad, si nos ponemos a analizar, la influencia de Trump en el año soñado de las compañías de seguros es importante, pero por la alternativa. La administración que él lidera tiene al menos tres iniciativas que lo que hacen es incrementar el riesgo.
La primera, la bloqueó el congreso: la privatización del control de tráfico aéreo. Muchísimos analistas y especialistas han manifestado su oposición al plan, que cuenta con un muy bien alimentado lobby de las aerolíneas. La segunda iniciativa tiene que ver con proponer a Bruce Landsberg para ocupar una de las vacantes en el directorio de la NTSB.
Landsberg tiene una postura muy particular en un tema muy polémico: a partir del último accidente ocurrido en territorio norteamericano, el Colgan Air 3407, cuando un Dash-8 entró en pérdida cuando estaba en final para Buffalo, New York.
A partir de lo que la misma NTSB determinó como una «respuesta deficiente de la tripulación a una entrada en pérdida y fatiga de los pilotos», y con un fuerte lobby de los familiares de las 49 víctimas, se aprobó una reglamentación que exigía que los aspirantes a pilotos comerciales cuenten con 1500 horas de vuelo para obtener la licencia de piloto comercial.
Esta reglamentación ha complicado los procesos de captación e incorporación de pilotos a las aerolíneas, en un momento donde el material humano escasea. Landsberg dijo en una audiencia que «no está bien establecer un límite arbitrario de horas para los pilotos». Me pregunto cuál será entonces la vara, si un piloto con 60 horas y uno de 2500 horas son lo mismo.
La tercera iniciativa está relacionada con el Laptop Ban que intentó imponer y que bastantes inconvenientes trajo (tuvo un impacto de un 6% en la actividad aérea mientras estuvo instaurado): ahora, la gran solución es despachar aquellos dispositivos que tengan baterías de litio-ion. Los riesgos, según varios expertos y la experiencia de varios incidentes y accidentes por combustión de carga, se incrementan si el elemento peligroso está en bodega.
Este es el tipo de ignorancia arrogante que generan las estadísticas que muestran que todo está bien. Mi viejo me ha dejado varias enseñanzas, y una de ellas es que el exceso de confianza es la madre de todas las cag**as. Está bien que festejemos el año más seguro de la historia de la aviación comercial. Pero que dure poco, y que este 2018 mantengamos el nivel de excelencia que la industria necesita, merece y es posible darle. No hay que relajarse.
El peor riesgo es no percibir el riesgo.
Yep. Esa arrogante posición de festejar tanto «el año con más vuelos y más seguro de la historia» invita a que te bajen de un hondazo.
Pensé exactamente lo mismo cuando empecé a leer los tweets con estos comentarios. Tal vez es porque trabajo en calidad, y estoy acostumbrado a ver cómo se utilizan estadísticas/indicadores para justificar el «no necesitamos mejorar».
Lo primero que se me vino a la mente fue el desastre del Challenger. Cuando todo sale bien durante el tiempo suficiente, los controles se empiezan a relajar.
Abrazos.