Quiero compartir con ustedes una situación que pasé hace un tiempo, los que han leído mis historias podrán pensar que a mí me pasa de todo, y tengo que decirles que sí, ¡me pasa de todo! Por eso siempre destaco que en la vida aeronáutica el día de hoy no es igual al de ayer ni será igual al de mañana.
Hoy es martes, martes de mucho calor, otro martes con aviones y un martes que se encamina a dejar una historia para el final del día; trabajo a la tarde, entré a las 2 y mi reloj está marcando las 3:30, hace calor afuera pero estoy abrigado porque en la oficina está puesto el aire acondicionado y este es uno de esos aires que cuando está en 24 grados me hace morir de calor pero cuando lo bajo a 23 me hace morir de frío, siempre pienso que debería tener un punto en el medio,”23,5 grados” para poder sacarme el abrigo y no tener frío.
El avión que me toca despachar hoy está en posición remota sin manga, sin puente. Llegó esta mañana cerca de las 10:30 y como son muchas horas hasta que vuelve a salir no tenemos asignada la manga, ya que le estaríamos quitando lugar a otro colega para que la use.
Este vuelo sale en 2 horas, a las 5 y 30, siempre acostumbro tener todo listo con tiempo y los cambios menores hacerlos sobre la marcha, porque claro, la planificación de mi trabajo puede variar con la realidad del vuelo, por ejemplo, que se presenten menos pasajeros, que me suban más carga o también como muchas veces me sucedió que me la bajen por problemas de documentación.
Es una tarde tranquila, hoy tengo 2 vuelos, este y uno más cerca de las nueve de la noche, la estación meteorológica indica que hace 31 grados pero en la oficina siento estar a menos de la mitad, por eso acabo de terminar de batir un café con mucha espuma, como me gusta a mí, para calentarme el cuerpo y esperar a que la tripulación que va a volar el avión llegue al aeropuerto.
Ya son las 4 y 15 y me avisan que está ingresando al aeropuerto la tripulación, imprimo la última información meteorológica y salgo rumbo a la sala de embarque, el punto de encuentro entre ellos y yo. Paso una, dos, tres puertas hasta llegar a la sala de embarque, las puertas están cerradas magnéticamente y para poder abrirlas tengo que apoyar mi credencial sobre el sensor al costado de la puerta, se escucha un “tiiiick” cada vez que mi credencial se acerca al sensor y la luz cambia de roja a verde indicándome de que la puerta se puede abrir.
Soy el primero en llegar y a lo lejos veo venir caminando a la tripulación hacia la puerta donde me encuentro, el saludo es muy cordial y entre apretón de manos y besos pasamos la última puerta que nos conduce a la plataforma, previo paso por el ascensor que nos lleva del primer piso a la planta baja y si bien el cartel dentro dice que la capacidad máxima es de 6 personas la realidad es que con suerte entran 3.
Llegamos a la plataforma donde nos espera un bus para llevarnos hasta el avión, es un tramo corto, no más de 1 minuto. No terminamos de subir que ya hay que bajar, ni tiempo para tomar asiento, una vez al pié del avión el comandante saluda al mecánico y posterior al diálogo hace la inspección visual, un “360” o “walk around”. Yo lo espero al pié del avión hasta que concluya el recorrido, pulgar arriba desde lo lejos y ahora sí, subimos al avión. La tripulación de cabina está chequeando que todo esté bien, luces, intercomunicadores y una lista de otras cosas más, yo entro junto con el comandante a la cabina donde el primer oficial ya se encuentra en su lugar ordenando las cosas para el vuelo que saldrá en menos de 40 minutos y que tendrá alrededor de 3 horas de duración.
Después de presentarles la documentación ya tengo el final de combustible confirmado, bajo rápido y regreso caminando hacia la oficina para cargar en el sistema los valores finales, son unos 200 metros en el que voy disfrutando de los aviones que se encuentran estacionados en la plataforma.
Unos metros antes de llegar a la oficina escucho que alguien me llama por frecuencia, así que acelero el paso para poder responder rápidamente, tomo el micrófono del equipo de radio y repito una frase que uso a menudo: -“Prosiga para operaciones”, pasan unos segundos y nadie me responde, ¡seguramente es la tripulación con la que estuve hace unos instantes! pienso, voy a intentar llamar nuevamente, quizás necesitan alguna información del vuelo se me ocurre pensar: -“Aeronave que llama a operaciones, prosiga por favor”. Luego de unos segundos me responden del otro lado: -“Hola compañero, este es el vuelo “ZZ123” volando en estos momentos sobre la vertical de “Marcos Juarez”. Hasta acá todo normal pero el dialogo continúa con algo inesperado: -“quiero avisarle que nos desviaremos para su aeropuerto ya que percibimos olor a quemado en los conductos de ventilación de la cabina de mando y posiblemente… tengamos presencia de fuego”.
Quedo helado, jamás imaginé vivir una situación como esta, pero no hay mucho que pensar, hay que actuar. –“Recibida la información ZZ123, quedo atento a la hora estimada de arribo y si tiene información complementaria para brindarme respecto a la situación” le respondo y quedo expectante mientras por mi espalda corre un frío indescriptible. En la puerta de la oficina comienzan a acercarse colegas de otras empresas que escucharon de la situación, la comunicación por radio continúa: -“Nuestro horario estimado de arribo es cero (0) ocho (8) UTC ( 5 de la tarde hora local) y para agregar quiero decirle que llevamos en bodega carga con baterías de litio”. Un dato no menor el que me acaban de dar, ¿será que hubo algún problema durante el vuelo con la carga que ahora está provocando toda esta situación?. –“Copiada la información, entiendo que NO tiene presencia de fuego ¿me lo puede confirmar?”, -“Afirmativo, al momento no hay presencia de fuego”.
Mientras la comunicación transcurre, ingreso al sistema y logro encontrar el despacho del vuelo “ZZ123” para ubicar en donde está estibada la carga con mercancías peligrosas, las baterías de litio.
Agarro el teléfono y llamo al jefe de base para ponerlo en situación, también a la oficina de AA2000 para pedir posición de estacionamiento para este avión. La oficina pasó de estar en calma a ser un caos, los teléfonos no paran de sonar, la torre de control, plan de vuelo, Anac, bomberos; todos intentan hablar conmigo para recolectar información. Mientras todo esto sucede me entero que el vuelo se declara en emergencia, por esta razón el aeropuerto se cierra para despegues y aterrizajes y ahora la prioridad total la tiene el vuelo “ZZ123”.
La situación es tensa, todos comentan y dan su opinión, pero yo estoy concentrado en resolver esto y en despachar el vuelo regular, que en estos momentos se encuentra embarcando los pasajeros.
A diez minutos de la hora de llegada del vuelo en emergencia tengo una última charla con los bomberos del aeropuerto para que ellos puedan reforzar su planificación y su estrategia de trabajo, les transmito toda la información que sé sobre la situación, desde donde proviene el “olor a quemado”, cantidad de pasajeros, cantidad de combustible y la ubicación de las mercancías peligrosas. Nunca se minimiza una emergencia y tanto los bomberos como los controladores y todos los involucrados en la situación están, estamos, preparados para lo peor.
Faltan solo unos instantes para que el avión toque tierra, ya está en final corta y nadie quiere pestañear, ahora sí, llegó el momento del aterrizaje, ¡cuánto suspenso!, en mi cabeza y en silencio hago la cuenta regresiva, tres, dos, uno… y en ese instante el avión toca suelo sin inconvenientes, es un aterrizaje normal. Respiro aliviado, pero es el comienzo, aún queda mucho trabajo por hacer. Por precaución las autobombas ingresan a la pista y van detrás del avión, en caso de que suceda algo la actuación sería inmediata.
El avión es estacionado en una posición aislada del resto, sobre el norte del aeropuerto, casi debajo de la torre, yo sigo todo desde la ventana, veo a los pasajeros descender normalmente y subir a los buses para ir a la terminal a esperar que los especialistas chequeen el avión. El aeropuerto vuelve a operar con normalidad, tanto para despegues y para aterrizajes, por lo que mi vuelo, el que se encontraba a punto de cerrar puertas antes de que sucediera todo esto, ahora si puede salir a volar.
Los servicios de emergencia están activados, los 3 camiones hidrantes se encuentran listos para actuar ubicados al costado de la pista como así también la ambulancia y la policía aeroportuaria. Yo estoy en la oficina, atento a la frecuencia por si alguno de los aviones necesita comunicarse conmigo y mirando todo lo que sucede por la ventana, parece una película.
Los mecánicos le hicieron un exhaustivo chequeo al avión declarado en emergencia y determinaron que la carga que transportaba con baterías de litio no había sido la causante del problema, también pude saber que el avión en ningún momento tuvo presencia de fuego como así tampoco de humo y que el olor a quemado que la tripulación había sentido en cabina se había generado por la obstrucción de los sistemas de ventilación y aire acondicionado por culpa de partículas de tierra, hojas y demás objetos que ingresaron allí desde el exterior cuando el avión se encontraba en tierra muy lejos de Córdoba.
Finalmente casi 4 horas después el avión volvió a despegar con la tripulación y todos los pasajeros sanos y salvos hacia su lugar de destino original.
Una vez más finaliza un día de trabajo cargado de sensaciones a flor de piel y con la tranquilidad de que todo quedó en orden.