Querido lector, muchas cosas deben haber pasado para que se esté cruzando con estas líneas. Bah, escamoteando detalles, sólo una debe haber pasado, pero bastante definitiva: me debo haber muerto.
A esta hora, en la que decido sentarme a escribir esto que vaya a saber uno que es, es una posibilidad latente. La respiración no está mejorando mucho, y es posible que muy pronto en el camino haya un respirador. Quién sabe. Ojalá no.
La primera pregunta que se debe hacer es tal vez la más difícil de contestar: no tengo la menor idea de cómo me contagié. Fuimos muy conscientes y cuidadosos desde el día 1 con las medidas de prevención. No hemos viajado, no comimos afuera, barbijo siempre. Habrá en alguna de las compras de cercanía que nos tocó la ficha.
Sí me viene a la mente un consejo que mi viejo se encargó de darme cuando era más chico: no será la gambeta entre cinco del delantero que se viene la que te hace el gol. Será ese centro imbécil que manda el 7 que no fuiste a correr porque no parecía importante. El diablo está en los detalles tontos.
Sirva esto como una despedida, si correspondiera. Si lo están leyendo, absolutamente lo es. Llena de bronca, porque salvo algún caso muy específico, nadie suele tener ganas de morirse. A veces, hay quien lo decide, no podemos negarlo. Pero en este caso, que quede claro que a mí nadie me preguntó. Y si me hubieran preguntado, hubiera dicho paso, gracias.
Dejo en Aviacionline un proyecto que me apasiona tanto como aquella primera creación de Diazpez, allá por 2017. Unir fuerzas con Edgardo es tal vez mi mejor decisión profesional, incluyendo las del trabajo que adoré durante más de 20 años: los sistemas. En esos 20 años crecí profesionalmente hasta convertirme en alguien relevante, con un perfil muy específico. Viajé por el mundo, me di el gusto de decirle que no cinco veces a la empresa más importante del mundo en mi área. La sexta, dije que sí. Y lo odié.
Pero una vocecita que siempre estuvo, en marzo de 2017 se hizo un alarido. Y una noche el grito se hizo claro: sólo vas a ser bueno haciendo aquello que amás. Y nació Diazpez. Con más ganas que conocimiento. Y creció. Creció hasta convertirse en algo especial. Que me insumía tiempo, mientras la vida seguía: compatibilizar un trabajo que ya no podrás dejar de ver como un trabajo y una pasión que en ese momento era plenamente ad honorem cuesta. Cuesta concentración, rendimiento, cuesta sueño, tiempo de familia. Cuesta vida.
Mientras Diazpez crecía, me fui dando cuenta que había competidores, había colegas, había aliados y había hermanos en este camino. Rápidamente entendí que Aviacionline era aliado. Era sin duda el medio de referencia, pero no lo veía como que estuviéramos compitiendo. La buena onda con Edgardo fue instantánea.
Después de varias charlas y una bondiola a la cerveza en casa, nos pusimos fuerte a definir cómo iba a funcionar esto de la fusión. Pensamos en un nuevo dominio, pero hubiera implicado desandar un camino enorme para volver a hacer conocida la marca. Con miedo, maté a diazpez. Con el diario del lunes, hubiera muerto igual, y sin legado. Ahora está acá. Al cuidado de Edgardo y de un equipo de gente del que me enorgullezco. Pibes con pasión que aprenden todos los días. A los que les falta un montón, pero confío en ellos. Sé que Aviacionline tiene una vida larga y muy próspera por delante.
No hubiera podido llegar hasta acá sin la asistencia de más gente: sería injusto intentar nombrarlos a todos, porque de alguien me voy a olvidar. Tal vez pueda ser medianamente eficiente nombrar a dos: Sir Chandler y Floxie. Siempre un consejo desinteresado, una palabra amiga. Siempre atentos a que nos vaya bien. Productos distintos, similares, no importa: siempre estuvieron. Gracias a los dos. Mucha gente les debe la carrera, mucha más de la que lo quiere reconocer.
Al personal de prensa de entidades, aerolíneas, constructores, gremios: gracias también por abrirme las puertas. Por aguantar las preguntas complicadas. Por tener la paciencia de guiarme mientras aprendía. Cantón, Armentano, Castrillón, Marsicano, Ginzo y tantos más me dieron un lugar a cuenta hasta que me lo gané. Me dieron un consejo, o dos. Me dieron la chance de hacer pactos de caballeros, y cumplirlos.
Desde un punto de vista más íntimo, nada de esto hubiera sido posible sin mi mujer. Sin mi familia. Permítanme dirigirme un segundo a ella directamente: Xoy, hasta el último rayito de sol que vi tenía tu cara. Quedate tranquila que luché todo lo que pude para que sigamos juntos. Con tu ejemplo, porque vos te ataste al mástil en nuestras tormentas. Esta es una más. Cuidá a nuestros bichos. Sé feliz. Lo merecés, lo mereciste siempre y si alguna vez logré hacerte feliz en esta vida, está todo pago. Todo valió la pena.
A mi mamá: sé fuerte ma, es la que tocó. Aún con nuestros vaivenes y sin que nos termináramos de entender del todo, sabés que te quiero y te voy a querer siempre. Seguí cuidándote. Lo mismo vos, suebra (con b). Emma: te debo el avión que no te construí. Pero seguí mirando aviones vos, y ojalá que cuando crezcas, de tanto mirar te acuerdes que al loco de tu tío le gustaban mucho. Sé feliz renacuaja. Es todo lo que hace falta. Todo lo que importa.
Cosa curiosa: hará unos 10 días, tuve un sueño horrible, donde vaya uno a saber por qué me pegaban tres tiros en el cuello y me moría. Con el diario del lunes, podemos hablar de alguna premonición, seguramente. Me acuerdo de ese sueño porque tuve la sensación física de los impactos en el cuello y sentí como todo se fundía a blanco. Ahí me desperté.
En el fondo, me reconforta que lo que sigue sea blanco. Pero no sé que hay del otro lado. Si ese blanco es un océano infinito de nada o si es un umbral a otra cosa. Es la gran pregunta que nos persigue desde siempre. Hombre de ciencia, la falta de evidencia es un poco molesta. Pero también sé que donde no hay respuestas, uno puede elegir.
Es decir, sabemos que el amor es una cuestión química y de conservación de la especie. Pero elijo creer que es ese rayo que me cruzó el pecho cuando la vi entrar a mi mujer a la iglesia. Elijo creer que la amistad es salir corriendo a pelearse con un absoluto desconocido porque un amigo está en problemas.
Por eso, ante eso blanco, elijo creer que hay una puerta a una tarde de domingo, una mesa larga abajo de una parra como la de la casa de Martín y Daniel, donde está mi viejo haciendo un asado, y están mis abuelas, mis abuelos, mis perros queridos. Elijo creer que me siento cerca de mi papá y sin decir nada entendemos todo. Lloramos un poquito y nos ponemos a comer un vacío jugoso, y a charlar de San Lorenzo.
Gracias a todos, por todo.
Pablo Diaz.-