El personal aeroportuario enfrenta peligros significativos durante las tormentas eléctricas con rayos. Los impactos de estos pueden herir de manera grave a quienes se desempeñan en la plataforma y dañar al equipamiento, incluyendo las aeronaves, aunque esto último obviamente resulta secundario frente al riesgo de vida.
Los protocolos de seguridad estándar incluyen detener las operaciones al aire libre y buscar refugio mientras se desarrolla una tormenta eléctrica, todo lo cual tiene un impacto sobre la programación de vuelos comerciales dado que los pasajeros no pueden desembarcar ni embarcar al no contar con el personal de soporte en tierra.
Nadie quiere dejar varados por horas a los pasajeros en los aeropuertos o a bordo de aviones. El negocio de las aerolíneas es llevarlos del punto A al punto B de la manera más rápida, eficiente y segura. Por eso, cuando suceden disrupciones provocadas por fuerzas fuera de control de las compañías aéreas, no queda otra que armarse de paciencia y saber que quien está del otro lado del mostrador desea con todas sus fuerzas que ustedes embarquen cuanto antes. Pero la seguridad prima ante todo, y si no se puede, no se puede.
Si creen en algún Dios, protesten contra él, pero faltarle el respeto al personal aeroportuario como mucho les servirá para desahogarse un instante y potencialmente sufrir consecuencias que incluyen, al margen de causas penales dependiendo de la gravedad, el no poder subir nunca más a un vuelo de esa aerolínea.
¿Necesitan una respuesta inmediata sobre qué va a suceder con su vuelo? También otras miles de personas. Y ninguna aerolínea está preparada para poder satisfacerlos tan rápido como quisieran bajo esa situación. Porque una cancelación de decenas de vuelos de varias empresas en un día solo puede resolverse reubicando a los pasajeros en los vuelos de días subsiguientes en los lugares que hayan quedado libres. Salvo que de un día para otro aparezcan decenas de aviones nuevos, no queda otra. Es horrible vivirlo, sí. Para el pasajero y para los empleados.
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¿Y cómo se decide cerrar las operaciones por rayos?
Una de las múltiples razones por las que pueden detenerse las operaciones en un aeropuerto es la presencia de actividad eléctrica en sus inmediaciones para mitigar el riesgo de que el personal o los pasajeros resulten heridos.
Para eso existen sistemas detectores de actividad eléctrica, los cuales alertan acerca de la presencia de rayos tanto entre nubes como los que impactan en tierra, informando además el lugar de las descargas (con una precisión menor a 175 m), lo que permite estimar cómo éstos podrían afectar a los aeropuertos y sus operaciones.
Previo a la existencia de esos equipos, sólo se contaba con la observación meteorológica para realizar dicha detección. El sistema emite una alerta amarilla cuando detecta actividad eléctrica significativa a 15 km del aeropuerto, y envía mensajes a correos electrónicos y SMS a celulares del personal operativo pre-seleccionado y con funciones dentro del predio. En ese caso se considera que la situación podría derivar en una alerta roja a corto plazo.
Si se detecta actividad eléctrica dentro de un radio de 5 km desde el aeropuerto, el sistema emite una alerta roja, también avisando al personal operativo, y activa sirena y luces estroboscópicas de alerta en las áreas operativas abiertas del aeródromo. Si transcurren 10 minutos sin registrarse otra actividad eléctrica, las alertas cesan y el sistema vuelve a quedar en vigilancia permanente.
Esta tecnología beneficia a todo el personal vinculado al despacho de combustible, movimiento del equipaje, señaleros, despachantes de vuelo, la carga de catering, carga y descarga en los aviones, el movimiento de pasajeros en rampa, entre otros, permitiendo además acortar los tiempos de suspensión de operaciones en los aeropuertos cuando se produce actividad eléctrica, evitando interrupciones innecesarias.