Boeing, NASA y United Airlines firmaron un acuerdo estratégico en el que llevarán adelante pruebas en vuelo que medirá como afectan a las estelas de condensación y las emisiones el uso de combustible de aviación sostenible, o SAF. Además, se buscarán maneras de reducir el impacto climático del combustible a lo largo de todo su ciclo de vida, desde la producción a su combustión.
En tal programa participa el segundo ecoDemostrator Explorer de Boeing, un 737 MAX 10 que será entregado a United Airlines. La unidad volará con un 100% de SAF y combustible de avión convencional en tanques separados durante las pruebas. El DC-8 de la NASA, que actúa de laboratorio de ciencias aéreas, volará detrás del avión y medirá las emisiones producidas por cada tipo de combustible. También se capturarán las partículas de hielo de las estelas de condensación para su análisis. En tanto, los satélites de la NASA capturarán imágenes de la formación de estelas de condensación como parte de las pruebas. World Energy, por su parte, suministra el SAF para las pruebas.
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Los investigadores buscarán comprender cómo los combustibles alternativos, los diseños de combustores y otras tecnologías pueden reducir el impacto climático. Por ejemplo, las pruebas evaluarán cómo el SAF afecta las características de las estelas de condensación. Si bien el impacto de las estelas, aún no es conocido completamente, algunas investigaciones han sugerido que ciertas estelas de condensación pueden atrapar calor en la atmósfera.
Solo a modo anecdótico, la respuesta global a la pandemia de 2020 provocó una reducción de casi el 70% en el tráfico aéreo mundial en comparación con 2019, y varios estudios -que aprovecharon dicha variación para comparar resultados- indicaron que no existe una «alteración significativa en el rango de temperatura del aire superficial diurno» debido a las estelas de condensación.
Este proyecto es la última fase de una asociación de varios años entre Boeing y la NASA. El SAF puede reducir las emisiones de ciclo de vida en hasta un 85%. Así, ofrece el mayor potencial para reducir el CO2 de la aviación en los próximos 30 años. Se busca que sirva de interín hasta tanto tecnologías más radicales se conviertan en una realidad técnica. El SAF también tiene como beneficios que produce menos hollín, lo que puede mejorar la calidad del aire cerca de los aeropuertos.