La demora en la sustitución de sus Harrier impacienta a la Armada Española

Gastón Dubois

EAV-8B+ Harrier II Armada Española

La demora del Ministerio de Defensa español en decidir la adquisición de los cazas de quinta generación F-35B para sustituir a los antiguos AV-8B Harrier II que operan en a bordo del buque de asalto anfibio “Juan Carlos I”, pone nerviosa a la Armada, que enfrenta la posibilidad de perder su componente de caza embarcado.

Durante una entrevista publicada en el 173° Boletín Informativo para Personal de la Armada (BIP), el comandante de la Flotilla de Aeronaves de la Armada (FLOAN), capitán de navío José Emilio Regodón Gómez, al ser interrogado sobre la potencial sustitución de los 13 cazas de despegue corto y aterrizaje vertical (STOVL) Harrier que integran la 9ª Escuadrilla de aeronaves tiene claro que no hay otra opción más que ir por el avión de quinta generación norteamericano: “en la actualidad, no hay más que un modelo posible: el F-35B”.

F-35B
El único reemplazo que existe en el mercado para el Harrier, es el F-35B.

Si bien los AV-8B+ españoles pueden seguir brindando servicio hasta su fecha programada de baja en el 2030, una decisión sobre su sustitución tendría que ser tomada “Cuanto antes, mejor”. Como señala el comandante de FLOAN en la entrevista, “Con la Marina Militare italiana y los marines de la marina estadounidense transicionando al F-35B, pronto nos quedaremos como últimos y úni­cos utilizadores del Harrier. Y no es posible obviar que, si el Ministerio de Defensa deci­diese esa compra, habrá unos tiempos de es­pera en función de la demanda y la capacidad de producción de las líneas de montaje”.

A medida que pasa el tiempo, la ventana de oportunidad para hacer coincidir la baja de los Harrier con la eventual llegada de sus reemplazos, se va cerrando, lo que podría implicar una pérdida de capacidades críticas para la Armada Española, que dejaría sin uno de los paraguas defensivos fundamentales al resto de la flota, al tiempo que disminuiría considerablemente su capacidad de proyectar poder. Sobre esta posibilidad, el comandante Regodón Gómez se explaya a fondo:

“Perder el ala fija embarcada supon­dría un paso atrás en nuestro nivel de am­bición. Hoy, tal y como se ha demostrado por ejemplo en el despliegue «Dédalo-23», el LHD Juan Carlos I puede estar operando en cualquier lugar del Atlántico o el Medite­rráneo, y sus aviones ofrecer CAP (patrulla aérea de combate) a la fuerza naval, apoyar a nuestra Infantería de Marina en sus desem­barcos, combinar su potencia de fuego con las de las unidades de superficie o subma­rinas para ataques coordinados sobre otras fuerzas navales enemigas, o atacar blancos miles de kilómetros tierra adentro. Esa fle­xibilidad estratégica sólo la aporta un ala aé­rea embarcada de reactores de ala fija.”

Buque portaaeronaves «Juan Carlos I» con sus Harriers desplegados en cubierta. Foto: Armada española.

Si bien la elección por el F-35B parece obvio (porque no hay opciones realistas), el Gobierno español aún muestra reticencias en avanzar sobre su compra, seguramente debido a consideraciones de tipo económicas (siendo el más caro de adquirir y operar de los tres modelos) y políticas, ya que el presupuesto militar no es infinito y la adquisición del caza embarcado norteamericano podría impactar negativamente en la financiación de proyectos de defensa europeos, como el FCAS.

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