El Global Media Day de IATA, en su sede de Ginebra, volvía a convocarnos en la primera semana de diciembre, como casi todos los años. Y esta vez, como tantas otras, me tocó viajar por Lufthansa, con escala en Frankfurt, en el mítico e interminable Jumbo 747-800, bautizado justicieramente como “Reina de los Cielos”.
Precisamente por haber volado con frecuencia en Lufthansa, incluso varias veces en Business, esta vez aproveché los puntos acumulados para realizar un upgrade y volver a vivir la experiencia de la clase Ejecutiva, pero ahora con el fin de poder compartir con los lectores de Aviacionline, lo que significa volar en la aeronave más grande que llega regularmente al país.
Teniendo en cuenta esta premisa, es que acordé previamente con Lufthansa la posibilidad de abordar con anticipación el avión y poder tomar fotos de las distintas clases con comodidad.
Por eso y porque soy un obseso, una vez más llegué a Ezeiza con mucha anticipación. Pero, además, porque me invadía desde el mismo momento en que me enviaron la reserva de los vuelos, una profunda preocupación: solamente tenía una hora en la escala de Frankfurt y, a sabiendas de lo que suele ser el control de equipajes en el aeropuerto alemán y las distancias que existen entre las puertas de arribo y las de partida, temía que no alcanzase a poder subir al vuelo programado entre Frankfurt y Ginebra.
Y si bien tanto desde IATA como desde Lufthansa intentaban tranquilizarme diciéndome que en caso de no llegar automáticamente la aerolínea iba a ubicarme en el siguiente vuelo, la preocupación no cesaba. Les dije que soy un obseso.
Laura era la persona a cargo en check in con la que me tenía que contactar al momento de llegar a Ezeiza para coordinar la visita previa al avión. Su absoluta predisposición y amabilidad me hicieron olvidar por momentos de la preocupación, algo que suponía no me iba a dejar disfrutar plenamente del viaje (insisto con mi obsesión). Acordamos la hora en que nos encontraríamos en la puerta 21 (la más alejada) y con mis boarding impresos me fui a relajarme (ponele) al Lounge de la compañía.
Con esta preocupación encima, decidí no despachar equipaje, meter todo lo posible en el carry on y la mochila, de manera tal que al llegar a Frankfurt no debía sumar a mi obsesión, el temor de que mi valija no llegase conmigo a destino.
Primer nivel en comida y bebidas, lugares cómodos para gastar el tiempo antes del vuelo y un ambiente acogedor, son las características del lugar. La única contra es que, a esa hora del día (entre las 15 y las 17), es mucha la gente que concurre y, por consiguiente, a veces no es sencillo encontrar un lugar.
A las 15,30 hice una pausa para el acceso previo al avión. Nos encontramos con Laura y pude recorrer el interior del Jumbo con total tranquilidad apreciando detalles que, en otras ocasiones tal vez no había reparado, como por ejemplo las características de la Primera Clase, con sus asientos individuales y su espacio amplio. Son solamente ocho asientos y prácticamente va siempre completa.
Tenemos que recordar que los Jumbo de Lufthansa aún mantienen en su clase Business la configuración de dos filas de asientos a cada lado y dos en el centro para la cabina inferior y dos filas a cada lado en la superior o “joroba”, cuando la mayoría de las compañías han mudado su configuración a las de “acceso total al pasillo”, con un asiento en cada lateral y dos en el medio.
Sin embargo, volar en este tremendo aparato es, en sí misma, una experiencia que siempre sorprende.
Para poder relatar con suficientes elementos las vivencias del viaje, elegí volar a la ida en la “Joroba” y a la vuelta en la cabina inferior. El avión, en ambas ocasiones, estuvo full en todas las cabinas. Pero no nos adelantemos a la historia.
Tras la visita a la aeronave, regresé al Lounge para matar el tiempo tomando algo hasta el momento del embarque. Me crucé con Edgardo, que también había llegado temprano y viajaba vía Air France-KLM, un buen rato después y avanzamos sobre lo que haríamos una vez en Ginebra.
Él logró capturar, desde la terminal, el momento en el que el Boeing 747-8 D-ABYN dejaba la posición para partir rumbo a Frankfurt:
Todos de pie: pushback, rodaje y despegue de la Reina de Lufthansa en la tarde de este lunes en el aeropuerto de Buenos Aires/Ezeiza.
Larga vida al 747 🤩 pic.twitter.com/7qzDbxztyT
— Aviacionline.com (@aviacionline) December 4, 2023
Un abordaje fluido y ordenado me llevó a mi lugar en la cabina superior. Me acomodé y me preparé para el despegue, que siempre es algo digno de disfrutar en cualquier aeronave, pero mucho más aún en este bicho inmenso, que desafía todas las leyes de gravedad con su tremendo peso.
Los asientos son muy cómodos, los amenities sobrios como siempre y, una vez alcanzada la altura de crucero, entregan la parte superior de un pijama. Yo, sabiendo esto por las experiencias anteriores, sumé en mi valija un pantalón pijama para poder cambiarme y estar totalmente cómodo a la hora de dormir o relajarme.
En cuanto al Menú, propuso para elegir entre las Entradas: Lonchas de pastrami con alcachofa marinada y anacardos picados; o Lubina con hierbas y ralladura de naranja acompañada de dados de calabaza asada y vinagreta de cítricos; o Ensalada tabbule con cebolla morada asada, tomate, brócoli y coliflor, queso mozzarella y aceite de oliva con cilantro.
También se podía solicitar una Ensalada de lechuga de temporada con calabaza caramelizada y pesto de nueces, servida con aderezo delicado.
Los Platos Principales ofrecidos fueron: Ojo de costilla a la parrilla, salsa vierge, tubérculos mixtos, farofa de maíz con ralladura de limón y repollo salteado; o Filete de lubina a la parrilla con salsa moqueca, patatas con hierbas provenzales, espinacas salteadas con ajo; o Gajos de calabaza asados y ravioles de batata con jengibre acompañados de salsa de espinacas a la crema y salsa tomate, cubiertos de almendra laminada tostada.
A la hora del postre: Quesos camembert, reggianito y gouda con guarnición de dátiles secos; o Pastel frío de frambuesa con salsa de frutos rojos.
Luego a discreción y cuando cada uno guste, hubo a disposición bebidas y aperitivos ligeros entre comidas.
También ofrecieron un Servicio Express, con el fin de darle más tiempo al pasajero para trabajar y/o relajarse consistente en una comida express fría en cualquier momento y como alternativa, un servicio completo: Hors d’oeuvre, con ensalada, queso y postre servidos al mismo tiempo.
Finalmente, antes de aterrizar, sirvieron el Desayuno con Zumo de naranja; Fruta fresca; Quesos gruyère y camembert y Pudín de chía y leche de coco con frutos del bosque frescos; o huevos revueltos con gajos de patatas asadas, espárragos verdes y gajos de tomate asados al horno con hierbas.
El servicio de entretenimiento es variado, con muchas películas, algunas muy recientes, música, series de TV, noticias y juegos, además de una muy buena opción de cámaras exteriores y el seguimiento en 3D del vuelo.
La habitual amabilidad de la tripulación, es otro de los signos distintivos de Lufthansa y la atención permanente para satisfacer cualquier inquietud o duda, siempre dispuestos.
Aprovechando esto es que le presenté mi preocupación a una de las tripulantes encargadas de mi sector. Me mostró amablemente una Tablet donde estaban cargados mis datos, la conexión en Frankfurt y, ¡Oh sorpresa!, el alerta por el tiempo justo. Para mi mayor tranquilidad me dijo, primero que estaríamos aterrizando en Frankfurt media hora antes de lo previsto, por lo que la hora inicial se estiraba a una hora y media, mucho más accesible. Pero, además, me anticipó que debido a intensas nevadas en Frankfurt, los vuelos de partida estaban sufriendo demoras y estaba previsto, inicialmente, que mi vuelo a Ginebra despegase entre 20 y 30 minutos después de la hora prevista, lo que me daba tiempo suficiente para llegar al vuelo, más aún si no tenía equipaje despachado.
Adicionalmente me aclaró que, por mi condición de Viajero Frecuente y por viajar en Business, tenía la posibilidad de acceder al control de equipajes por la zona prioritaria, donde generalmente el mucho menor el flujo de viajeros.
Les aseguro que, o porque eso me tranquilizó definitivamente o porque venía de haberme despertado muy temprano, pero me dormí rápidamente después de saborear un Baileys y me desperté cuando faltaban poco más de dos horas para aterrizar.
Se duerme bien en Business. El asiento se hace cama total, es lo suficientemente largo como para una persona alta (normal en los alemanes) y el edredón que se coloca sobre el asiento lo deja totalmente plano, asegurando la comodidad, con una almohada grande y blanda que hace más confortable el descanso.
Tras el desayuno volví a vestirme, esta vez dejando de lado la chomba con la que subí en Buenos Aires y apelé a una remera mangas largas y a la campera que llevaba en la valija para enfrentar el frío. Frankfurt anunciaba 2 grados bajo cero y con leve nevizca y, si bien el trayecto por el interior del aeropuerto se hace con la aclimatación adecuada, para abordar el Bombardier CJ900 que me llevaría a Ginebra, debía apelar a un micro que me llevaría hasta el confín de la estación aérea y caminar algunos metros hasta el embarque.
Claro que antes tenía que llegar a tiempo para ese embarque. Y cuando abrieron las puertas me preparé para la maratón. La tripulación, a sabiendas de mi objetivo, me sonrió amable alentándome y me abrió camino para ser uno de los primeros en desembarcar.
La puerta de desembarco fue la A26 y la que estaba prevista para embarcar a Ginebra, la A5. O sea que tenía que transitar desde una punta del arco de la Terminal A, hasta la otra punta. ¿No podían haberlo puesto en la A25?. No, no lo pusieron. Allí salí entonces disparado, caminando lo más rápido posible, casi corriendo y atravesando carteles donde la A5 parecía cada vez más lejana y distante, pese a que seguía avanzando a través del inmenso aeropuerto.
Volaba sobre las cintas transportadoras, envidiando a los que me pasaban raudos a bordo de los carros eléctricos. ¿No me llevan?, pregunté inocentemente sin respuesta. Tal vez porque me olvidé donde estaba y hablé en castellano. Nadie se apiadó de mi cansancio.
Finalmente, la A5 apareció en el horizonte. Llegué transpirado, sediento, pero a tiempo. Había gente ya haciendo la cola para embarcar, pero la encargada del control de acceso me dijo que aún restaban unos 15 minutos para comenzar el procedimiento. Aproveché para ir al baño a refrescarme un poco, arreglar los pocos pelos que me quedan y enfrentar el embarque con una mejor imagen, si eso fuese posible.
Con puntualidad alemana, 15 minutos después, de acuerdo a lo anunciado, comenzamos a pasar por el control de boardings y subimos a un micro con el que paseamos por gran parte de las calles de rodaje hasta un extremo del aeropuerto, donde se encontraban estacionados una gran cantidad de Bombardier pertenecientes a Lufthansa City Line, que realiza los vuelos cortos, ya sea domésticos o internacionales a destinos cercanos. Ginebra está a apenas una hora de viaje.
La partida ya estaba demorada unos 25 minutos de su hora prevista, pero al llegar al lugar, todavía estuvimos otros 25 minutos sin poder bajar del micro, esperando que terminasen de evacuar a unos pasajeros que necesitaban atención especial y que se había demorado por la nevada de más temprano. Eso hizo que el vuelo partiese casi una hora después de lo previsto. Ahí fue cuando me pregunté si había valido la pena tanta corrida, tanta preocupación. Pero bueno, ya estaba allí, listo para cumplir la última etapa del viaje.
Aleatoriamente fui ubicado en la salida de emergencia. Confort extra con más espacio para las piernas en una aeronave pequeña, más aún si se tiene en cuenta de dónde me acababa de bajar.
El vuelo a Ginebra fue tranquilo. El paisaje totalmente nevado abajo marcaba el momento meteorológico que vivía la región. Ginebra nos anticipaba una semana de mucho frío y lluvias constantes.
Arribé y nevaba ligeramente. Al descender también fue necesario unos momentos a la intemperie. La campera apenas cubría y el frío se hacia sentir. Otra vez un largo trayecto desde el puesto remoto al que arribó el avión hasta la salida del aeropuerto y allí a esperar el transfer que me depositaría finalmente en el hotel.
El regreso a Buenos Aires estuvo marcado por otra preocupación (soy un imán). Esta vez no conseguía que me teléfono celular cargase la batería y estaba casi en un 30 por ciento, por lo que debí apagarlo antes de abordar el vuelo entre Ginebra y Frankfurt y no volví a encenderlo hasta llegar a Ezeiza. Solamente me pude contactar con mi familia en la escala de Frankfurt con el whatsapp de la computadora para ponerlos al tanto de la situación.
El paso por la escala fue mucho más relajado que a la ida. Había más de dos horas entre un vuelo y otro. Tuve tiempo de comer y tomar algo en el Lounge de Lufthansa, pegarme una ducha reparadora, ya que habíamos estado todo el día recorriendo distintos lugares de Suiza y Francia y luego abordar el Jumbo sin mayores urgencias.
Como les dije antes, para el retorno elegí viajar en la cabina inferior. Las comodidades son las mismas que arriba, la única y gran diferencia es la sensación de espacio, mucho mayor por supuesto, que en la Joroba.
El menú es diferente para el viaje hacia Buenos Aires, con Pechuga de pato con lombarda, anacardos y arándanos rojos; o Atún tataki con salsa rouille, brócoli y anacardos; o con Calabaza encurtida con cebolla y uvas, como Entrada.
En cuanto a los Platos Principales podía optar por Gulash tradicional de ternera con spätzle a la sartén y coles de Bruselas; o Lucioperca frita con piel con guiso de lentejas beluga y puré de patatas a la trufa, acentuada con salsa de pimienta al limón; o Ravioles rellenos de calabaza servidos con salsa de naranja, gajos de calabaza a la sartén y semillas de calabaza.
Queso montagnolo azul, queso con aceitunas y queso de cabra o Tarta ópera con compota de bayas rojas, de postre.
Treinta minutos antes de la hora prevista, tocamos pista suavemente en Ezeiza, en medio de grandes medidas de seguridad, ya que en nuestro vuelo viajaban funcionarios y embajadores extranjeros que venían a participar de la asunción del presidente Javier Milei, que se produciría al día siguiente.
Ah, el celular increíblemente volvió a cargar ni bien lo enchufé en el cargador del auto. ¿Qué pasó en el aeropuerto de Ginebra?, es un misterio que espero develar el año próximo cuando nos vuelva a convocar el Global Media Day.