25 años después: LAPA 3142, el accidente que no fue accidente

Pablo Díaz (diazpez)

Updated on:

Foto: - Wikimedia Commons

Recuerdo esa noche como si fuera hoy: trabajaba en el call center de una compañía de celulares, y si bien hacía poco que había empezado, ya podíamos identificar qué pasaba en la calle a partir de los flujos de llamadas y de consultas. En un momento, empezamos a recibir muchas llamadas pidiendo información sobre Aeroparque. Reportes de redes colapsadas en la zona, un caudal de llamadas extraño para esa hora de la noche.

Algunos minutos después, uno de los colegas en el piso recibió una llamada. Y lo escuché llorar, desconsolado. Me guardo quién era, y la relación con una de las víctimas. Ahí tuvimos un impacto cercano de lo que estaba pasando. Tiempo después fui conociendo y aprendiendo qué pasó. Y ahora, desde otro lugar, sigo viendo qué podemos aportar para que no se repita.

El accidente de LAPA fue una de esas tragedias anunciadas, tan anunciada que era una cuestión de cuándo. La absoluta ineptitud de los controles de la autoridad aeronáutica sólo tenía comparación con la degradación absoluta de una cultura operativa que había abrazado un concepto tan poderosamente argentino que es casi omnipresente: «no pasa nada.» Amparados en esa certeza y la falsa seguridad de que las cosas no fallan todas juntas, LAPA estiró la cuerda hasta que finalmente se rompió.

Sería cómodo, sin embargo, redondear en la -inexcusable- responsabilidad del operador. Pero también hay que tener muy presente que, justamente, hay un sistema de control que debe estar atento y diligente para mantener a la seguridad como prioridad absoluta. Que establezca reglas claras, que demande su cumplimiento y que haga el seguimiento adecuado a las recomendaciones de seguridad derivadas de los incidentes.

Hace poco, el estado disolvió un comité para crear otro más o menos igual, que justamente haga eso: un seguimiento y auditoría de las recomendaciones. Lo hace porque uno de los hallazgos de la auditoría IASA de la FAA evidenció que esa tarea no se realiza apropiadamente.

La importante cantidad de observaciones de la IASA ponen a la aviación comercial argentina en un lugar difícil, en el que la pérdida de Categoría I de la FAA es una posibilidad más que latente. Hay mucho por mejorar, más allá y más acá de la premisa de la nueva administración de liberar el mercado aerocomercial. Mientras se avanza hacia los cielos abiertos -aun sin tener una idea muy acabada de qué implica- hay un camino igual de importante por recorrer hacia los cielos seguros.

LAPA no fue el primer accidente de la aviación comercial argentina, no fue el único y no fue el último. El verdadero homenaje que las víctimas de esta tragedia necesitan y merecen es que sigamos trabajando para que volar en Argentina sea accesible, sí; razonable, también; cómodo, por supuesto; pero por sobre todas las cosas, seguro. El enemigo no es el modelo de negocio, sino un sistema que permita desvíos progresivos de la seguridad operacional. Nos gusta mirarnos en otros modelos de operación para copiar lo bueno: copiemos estándares de seguridad que minimicen los riesgos. Después vemos si la primera valija se paga o no.

Corriendo la carrera para corregir lo que está mal, el foco deberá estar puesto en esa transformación, que deberá incluir a la aviación general. A 25 años de esta tragedia, tal vez lo importante sea asumir que aún en un sistema perfecto los accidentes ocurren, y trabajar siempre desde la premisa de llevar ese riesgo lo más cerca posible al cero. El accidente del vuelo 3142 de LAPA era evitable.

Honremos la memoria de los que fueron parte de esa noche cruel trabajando para evitar otro.

1 comentario en «25 años después: LAPA 3142, el accidente que no fue accidente»

  1. Tan cierto que asusta. Lo que más te paraliza es que los que estamos en tema y seguimos algunos antecedentes sabemos que hoy en la argentina estamos frente a algo no muy diferente a como empezó el resultado de lapa.

    Responder

Deja un comentario