Este reporte fue escrito originalmente y publicado el 30 de marzo de 2002
La ciudad es Resistencia, son las 6:00 de la mañana del 17 de marzo de 2002, y la paz de mi habitación se ve interrumpida por el sonido del radio reloj que fue programado por mí la noche anterior. Es domingo, y me despierto tan temprano porque a las 8:30 horas tengo que tomar un vuelo de CATA que hace el tramo Corrientes-Roque Sáenz Peña. A las 7 de la mañana debo estar en las oficinas de ChacoAir Service, representante en Resistencia de CATA Líneas Aéreas, para que desde allí me transporten hasta el aeropuerto de Corrientes, distante a 25 kilómetros de Resistencia.
No sé si será porque es domingo a la mañana y teniendo 19 años estoy despierto o qué, pero empiezo a imaginar que al otro lado del mundo corre una historia paralela. En Tokio son las 18:30, y a esta misma hora, un empresario japonés debe estar próximo a llegar al aeropuerto de Narita, para tomar el vuelo QF22 de Qantas, que realiza el tramo Tokyo-Sydney. Quizás estará yendo en un tren, el Narita Express, que realiza los 60 kilómetros que separan al Narita International (NRT) de Tokyo en 60 minutos aproximadamente.
Llego a las oficinas de Chaco Air Service, y me encuentro con el personal de la empresa, quienes me miran medio sorprendidos, preguntándose quién será este loco que va a volar entre Corrientes y Roque Sáenz Peña (170 kms al noroeste, en el Chaco), pero, no por ello dejan de ser amables y, 15 minutos después de las 7, nos subimos al medio de transporte que nos va a llevar hasta el aeropuerto Piraginé Niveyro de la ciudad de Corrientes, también conocido como Cambá Punta. No nos vamos en un tren expreso hasta Corrientes, tampoco en un micro de la empresa: nos vamos en una camioneta que pertenece a un amigo de los dueños de la agencia, una verdadera gauchada ¿no?
Llegamos al aeropuerto de Corrientes luego de 30 minutos de viaje. En este momento, pero 12 horas después, mi amigo, el empresario japonés ya habrá llegado a la inmensa Terminal 2 de Narita (284.400 m2). Luego de hacer el checkin, y pasar por el control de seguridad y el de pasaportes, estará esperando la llegada del shuttle flotante que lo llevará desde el edificio principal de la Terminal 2 hasta el Satélite 3F, en donde está la puerta que fue asignada para su vuelo, la C84.
La niebla cubre totalmente al aeropuerto de Corrientes, la visibilidad es prácticamente nula, y, en el estacionamiento, nos enteramos de que el aeropuerto está cerrado al tráfico. Los pronósticos no son buenos: habrá que esperar por lo menos 3 horas hasta que las condiciones cambien y se decida reabrir el aeropuerto: hay mucha humedad y corre muy poco viento.
Akira (ya le puse nombre) se encuentra ahora en el Satélite 3F, frente a su puerta de embarque. Se sienta en un sillón mirando hacia la plataforma, y contempla la aeronave que lo llevará en 9 horas a Sydney: un Boeing 747-200. Aunque para él es sólo un Jumbo: viaja mucho en aviones, pero nunca se interesó en aprender los nombres técnicos. Son las 20:00 en Japón, y lo llaman para embarcar su vuelo.
En ese momento, pero 12 horas antes, estoy en la oficina de Plan de Vuelo del aeropuerto de Corrientes con la despachante del vuelo de CATA y uno de los dueños de Chaco Air Service. Hay noticias: al encontrarse con Corrientes cerrado al tráfico, el vuelo de CATA que originalmente venía desde Aeroparque se desvió a la alternativa, Formosa. Debido a la pérdida de tiempo que va a implicar el hecho de tener que esperar hasta que se abra este aeropuerto, se decide cancelar el vuelo a Sáenz Peña, pero se mantiene el tramo Corrientes-Aeroparque, ya que el vuelo de CATA, carguero puro en el tramo de ida, primero tiene que bajar la carga aquí. En ese momento entra en juego de nuevo la amabilidad casi familiar que caracteriza a las pequeñas empresas aéreas: me invitan a ir a Buenos Aires, sin costo alguno. Con planes perfectamente postegables al día siguiente, acepto la invitación sin dudar.
Ya con el destino de mi pasaje cambiado, quedamos a la espera de que las condiciones meteorológicas mejoren para así poder partir. Nos quedan unas horas de espera, que pueden tornarse aburridas, pero, al comentar que nunca subí a la torre de control de Corrientes, me invitan a hacerlo, y paso la mañana tomando mates con el amable controlador de tráfico aéreo de la torre, mientras me explica cómo funciona todo.
Son las 20:25 de Japón, y el vuelo QF22 de Qantas carretea hacia la cabecera 34 de la hasta hace unos días única pista de Narita International, que tiene 4000 metros de longitud por 60 de ancho. El 20 de abril empezó a ser operativa una pista paralela de 2500 metros de longitud por 60 de ancho, con el objetivo de alejar un poco al aeropuerto de la saturación. Es que por Narita International pasaron en el 2001 135 mil aeronaves, transportando a 27 millones de pasajeros y cerca de 2 millones de toneladas de carga.
Unos minutos después, tras un Boeing 747-400 de All Nippon Airways que parte rumbo a Honolulu, y recibir la autorización de la torre, el capitán al mando del Boeing 747-200 de Qantas lleva la potencia de las turbinas al máximo y eleva la nave a pesar de sus 370 mil kilogramos de peso.
Akira ya partió hacia Sydney, su vuelo pasó desapercibido en el aeropuerto, su ciudad de destino es una mas entre las otras 84 a las que se puede llegar desde Narita, su vuelo es otro mas entre los 400 que están programados para hoy, de 61 aerolíneas distintas, desde conocidas nuestras como Varig, hasta una exótica Air Niugini, de Papúa Nueva Guinea, con su vuelo diario a Port Moresby.
Diferente es la situación en Corrientes, en donde todos estamos esperando ansiosos la llegada del vuelo de CATA, uno de los 3 que están programados para hoy; aparte del nuestro, uno de Austral y otro ARG, ambos hacia Buenos Aires. En la terminal de 1400 m2 no hay mucho para hacer, salvo contabilizar las pruebas de sus años sirviendo fielmente a la capital correntina.
Una lástima: hasta el año pasado había un interesante proyecto para reformarla, pero como muchas otras cosas en Argentina quedó solo en eso, un proyecto, del cual todavía sigue colgado el cartelito que indicaba su «próxima» puesta en marcha, frente a los mostradores de check-in., con fecha de junio del 2001 (nadie suponía lo que vendría 6 meses después).
Son las 10:30 de la mañana, y la niebla prácticamente se disipó. Es cuestión de minutos para que se decida la apertura del aeropuerto al tráfico. Por estar en la torre tomando mates con el controlador de tráfico, soy testigo de la toma de esa decisión, mientras la terminal aérea correntina empieza a cobrar vida lentamente con la llegada de quienes tomarán el vuelo 2794 de Austral, que debe arribar desde Buenos Aires a las 11:25.
Son las 11:15 de la mañana, el cielo está totalmente despejado y la temperatura de 25º va en aumento. Estoy en la torre con el controlador, y el silencio se rompe con el saludo del comandante del Fairchild FH-227 de CATA, que se está aproximando a Corrientes proveniente de Formosa. Todavía no hay contacto visual, y, maravillado, sigo por primera vez en mi vida las operaciones del aeropuerto, en esta ocasión de las comunicaciones entre el controlador y el comandante.
Sintiéndome esta vez yo el protagonista de una escena muchas veces vista en películas, tomo el binocular, y empiezo a buscar en la inmensidad del cielo al FH-227 de CATA, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, hasta que por fin hago contacto visual con éste, información que el controlador pasa al comandante. La cabecera elegida para el aterrizaje es la 19, y el controlador le advierte al comandante de una acumulación de agua cerca de la calle de salida y de la presencia de una gran bandada de aves en el otro extremo de la pista. No hay peligro, el Fairchild ni llega a acercarse dado que sólo utiliza 1400 de los 2100 metros de la pista de hormigón, deteniéndose a la altura de la calle de salida. Rápidamente entra en plataforma y se estaciona en la posición Nº3.
Como mi avión llegó, me despido del amable controlador (ya un amigo), y le agradezco por haberme permitido presenciar toda la operación, haciendo a la vez de maestro, al explicarme cada detalle de todo.
Ya en la terminal, que para este momento está atestada con los pasajeos y acompañantes del vuelo de Austral, me comunican que tenemos que esperar a que los pasajeros que debían abordar en Sáenz Peña lleguen a Corrientes, cosa que están haciendo por tierra, por lo que para la salida del vuelo falta un buen rato todavía.
Muy puntual, alrededor de las 11:30 arriba el Boeing 737-200 LV-ZTI de Austral proveniente de Buenos Aires. Por el altoparlante piden a los pasajeros con destino a Buenos Aires que pasen a la sala de embarque, que se encuentra en el extremo oeste de la terminal. Mientras se les realiza el control de seguridad a éstos, los pasajeros que arriban pasan a retirar sus equipajes en la sala ubicada en el extremo este, una situación que me parece poco funcional, y que se repite también en Resistencia: los pasajeros ingresan por una puerta por la que acceden al hall principal, para después tener que desplazarse hasta otra sala en donde se retira el equipaje, en vez de ingresar directamente hacia la sala de retiro de equipaje. Al menos en Corrientes, si se llevara a cabo la reforma proyectada, se vería solucionado ese problema, ya que se cerraría la puerta de desembarque actual y se la correría hacia el extremo en donde está la sala de retiro de equipajes.
Pasadas las 12 el vuelo 2794 de Austral despega rumbo a Buenos Aires, y el FH-227 de CATA permanece estacionado esperando a que lleguen los pasajeros desde Sáenz Peña. Sentado en uno de los asientos de la terminal, sin nada que hacer, vuelvo a acordarme de Akira, e imagino qué estará haciendo ahora. Luego de 3 horas y media de vuelo, el 747-200 de Qantas ya habrá cruzado el Trópico de Cáncer y estará sobrevolando alguna de las miles de islas desparramadas en esa zona del Océano Pacífico. Las doce horas de diferencia hacen que él ya esté viviendo el día lunes, y quizás, luego de una respetable cena para clase turista, estará mirando alguna película en su pantalla individual, o quizás esté durmiendo. Después de todo en unas horas más le espera una jornada de trabajo en Sydney.
Los pasajeros de Sáenz Peña llegaron unos minutos después de las 13. Rápidamente se procedió a realizar el check-in de todos ellos, y, 10 minutos después estábamos a bordo del FH-227 de CATA. Despegamos por la cabecera 01, dejando al aeropuerto de Corrientes totalmente vacío. Por la ventanilla puedo apreciar a la gente que se detiene en la ruta a observar el despegue de la aeronave. Es que acá existe una situación similar a la del Aeroparque, ya que al final de la cabecera pasa la ruta nacional 12.
¿Una grata sorpresa que me llevo? El FH-227 es el LV-MGV, que anteriormente perteneció a la inolvidable Aerochaco, así que como chaqueño imagínense el valor sentimental que tiene para mí el estar abordando esta aeronave. Me acuerdo de mi abuela, fallecida hace apenas cuatro meses, quien me dijo que voló a Mendoza por esa aerolínea, y la imagino entrando por la misma puerta, y, por qué no, arrimando su naríz para ver al Aconcagua por la misma ventana en la que yo ahora estoy viendo los esteros del Iberá.
Por tratarse de un vuelo de carga a la ida, la configuración de los asientos era la siguiente: adelante habían cuatro filas, y atrás dos. Me senté en la última fila, junto a uno de los dueños de Chaco Air Service, quien con un tono casi paternal me va contando qué zonas sobrevolamos, a qué altura vamos, los tipos de nubes, etc.
Vale rescatar lo cuidada que estaba la cabina del FH-227, y la amabilidad con la que nos trata el TCP, también empleado de LADE, pero a quien en esta ocasión le tocaba hacer un vuelo en el otro extremo del país. El servicio de «catering» sólo consiste en unos caramelos que nos ofrece a cada instante. Será poco, pero eso no me molesta para nada. También nos facilitan varios diarios porteños, un detalle que, al menos en otras aerolíneas ya no se encuentra.
El avión será chico, el ruido de las turbohélices alto, pero, por el hecho de tratarse de una aeronave histórica para mí, y por la calidez del ambiente creado por la gente de Chaco Air Service y el tripulante de CATA, este vuelo se convierte en uno de los mejores de mi vida.
Luego de dos horas y media en el aire, pasadas las 15:30 aterrizamos en el Aeroparque Jorge Newbery, con un cielo totalmente despejado, y la temperatura rondando los 23º y también en aumento. Nos estacionamos en la posición Nº32, y una jardinera nos traslada hasta la Terminal C, la antigua terminal de Austral, que luego supo ocupar LAPA, y desde la que hoy parten y arriban los vuelos de CATA, LAER, LADE y Southern Winds. La última vez que estuve en el Aeroparque fue en 1998, así que son muchas las cosas nuevas que tengo que conocer de él.
Me despido de mis compañeros de vuelo y comienzo a caminar. Mientras atravieso el hall de arribos del sector de Aerolíneas Argentinas vuelvo a acordarme de Akira. Lo imagino todavía durmiendo, con su Boeing 747-200 sobrevolando el Mar del Coral, y me pregunto qué le hubiese sucedido a él si hubieran cancelado su vuelo a Sydney. ¿Le hubiera el presidente de Qantas, Geoff Dixon, ofrecido volar gratis hasta Nueva York para compensarlo? Mientras esperaba su vuelo a Nueva York, para no aburrirse, ¿le hubiesen dejado entrar a la torre de Narita para explicarle cómo funciona todo?
Lo mas probable es que si su vuelo a Sydney se hubiese cancelado, una empleada con una amabilidad reglamentaria le habría dado un tícket para un vuelo posterior, pagándole incluso los viáticos. Y, para no aburrirse, en un aeropuerto como el de Narita podría haber ido al cine, a navegar por internet o a dormir en alguna habitación de hotel.
Él la habría pasado bien con esas soluciones; yo sé que con las que me dieron a mí sí lo hice, la diferencia está en los valiosos lazos humanos perdurables e inolvidables que éstas a mí me crearon…asi que…Buenas Noches Akira.
Actualización, 30 de enero de 2019
Volver a leer esta nota luego de 17 años me inundó de tantos sentimientos contradictorios. Por un lado, la alegría de redescubrir aquellos primeros pasos en la divulgación de la actividad aeronáutica. AeropuertosArgentinos.com, predecesor del actual Aviacionline.com, estaba a punto de cumplir dos años. Y esta invitación de carambola para volar a Buenos Aires fue la primera que recibí en mi incipiente carrera.
Por ese entonces, llegar a que «contar la aviación» sea no solo mi ocupación principal sino un estilo de vida era más parecido a una inalcanzable fantasía.
Precisamente, durante la conversación que mantuve a bordo con el representante de Chaco Air Service que menciono en la nota, en un momento le dije que mi intención era dedicarme al periodismo aerocomercial. Qué me hubiese imaginado yo….
Los sentimientos negativos llegan por el dado de que tuve que superar muchos obstáculos y recorrer variadas alternativas antes de que esto finalmente se de, hacia fines de 2016. Miedos, procrastinación, crisis personales y del país, malas elecciones. En fin, la vida misma. Pero de todo pude aprender algo.
Como lo escribí hace poco en un tuit, la pasión puede no guiarte siempre a través de los cielos más claros, pero seguro te lleva al destino más feliz.
#Feliz2019! 🛫 La pasión puede no guiarte a través de los cielos más claros, pero seguro te lleva al destino más feliz! 🛫 pic.twitter.com/YYVtTjLmby
— Aviacionline.com (@aviacionline) January 1, 2019
Hoy puedo decir, arribado. Y ustedes han sido parte de eso. Muchas gracias.
¡Espectacular, Edgardo! Felicitaciones y a las órdenes siempre.
Yo vole en Cata desde AEP a MDQ en el Arava.
Hoy me crucé con esta nota. Muy buena. Que lindo ver al ex ALFA S.E.M.
Muy linda anécdota, un avión similar de CATA Líneas Aéreas se encuentra almacenado en la Base Aerea de Morón, junto a un B737-200 ex American Falcon.
Me encanto la nota y felicitaciones por los logros alcanzados.