El 15 de diciembre, el Boeing 787 celebró el 15º aniversario de su vuelo inaugural de pruebas, realizado en 2009. El avión fue producto del programa Dreamliner, lanzado por el fabricante estadounidense en 2004, contando ya con 50 pedidos de la japonesa All Nippon Airways, que se convirtió en su cliente de lanzamiento.
Bajo el mando de los pilotos Mike Carriker y Randy Neville, el vuelo inaugural duró más de tres horas. Para la campaña de pruebas, Boeing construyó seis prototipos, designados desde ZA001 hasta ZA006, equipados con motores Rolls-Royce Trent 1000 y GEnx-1B64.
El Boeing 787 Dreamliner nació con la ambición de ser el “avión de los sueños” para las aerolíneas, y en muchos aspectos, esa promesa se materializó. Desde su primer vuelo comercial en 2011 con All Nippon Airways (ANA), a bordo del emblemático 787-8, matrícula JA801A, que despegó de Tokio con destino a Hong Kong, el Dreamliner atrajo atención global con su tecnología innovadora y eficiencia económica.
Diseñado con ventanas que se oscurecen mediante un gas especial en lugar de persianas, alas extremadamente flexibles, aire más puro y un fuselaje compuesto en un 50% por materiales compuestos en lugar de aluminio, el Dreamliner prometía una experiencia de vuelo revolucionaria. Su mayor ventaja residía en sus cifras de eficiencia y alcance, lo que permitió la creación de 180 nuevas rutas, antes inviables comercialmente, según reporta nuestro medio asociado, AEROIN.
No obstante, la trayectoria del Dreamliner no estuvo exenta de desafíos. Aproximadamente dos años después de su lanzamiento, Boeing enfrentó un importante contratiempo. En enero de 2013, un incendio en un vuelo doméstico de ANA, atribuido a las baterías de ion-litio de cobalto, encendió las alarmas.
Estas baterías de última generación ofrecían en ese momento alta capacidad energética en un espacio reducido, pero también presentaban riesgos de sobrecalentamiento, ocasionando el fenómeno conocido como Avalancha Térmica.
La situación se agravó cuando, esa misma semana, otro incendio ocurrió, esta vez en un 787 de Japan Airlines en el aeropuerto de Boston. La FAA, la agencia reguladora estadounidense, reaccionó rápidamente, suspendiendo temporalmente todos los vuelos de los Dreamliner hasta que se solucionara el problema. Boeing, bajo presión, revisó la estructura de las baterías y modificó al proveedor, superando la crisis inicial.
A pesar de este revés, el Dreamliner no solo sobrevivió, sino que prosperó, alcanzando rápidamente la marca de 1.000 unidades entregadas, consolidándose como un éxito comercial. En los años siguientes, el 787 continuó destacándose como la opción ideal para rutas de largo alcance, sobresaliendo por su eficiencia sin precedentes en el consumo de combustible.
Recientemente, surgieron nuevos desafíos para Boeing, específicamente relacionados con problemas de no conformidad en la fabricación del fuselaje del 787. Aunque las complicaciones con las baterías representaron una crisis más severa, los problemas actuales se centran en los procesos de control de calidad dentro de la cadena de proveedores.
Aun así, el Dreamliner sigue siendo un pilar esencial en la flota global, con un equilibrio más eficiente entre alcance y economía, sin competir directamente con otros modelos de Boeing, como el 777. El Dreamliner continúa siendo una referencia de innovación y eficiencia en la aviación comercial, demostrando que, incluso ante los desafíos, su promesa original como “avión de los sueños” sigue vigente.