Raymond Baxter, el corresponsal de la BBC enviado a cubrir su primer vuelo, dejó de lado la tradicional flema Inglesa cuando vio al Concorde despegar de Toulouse en su primer vuelo. «Vuela! Ella vuela!» gritó en la transmisión cuando vio a ese inmenso pájaro apoyarse en la potencia de los cuatro Olympus 593. Tiempo después, esos motores lograrían que el Concorde hiciera lo que casi ningún otro avión hizo hasta hoy: romper la barrera del sonido en vuelo comercial.
51 años y pico pasaron desde entonces. Y el Concorde enfrentó diversas crisis políticas, económicas, culturales. La industria cambió cien veces alrededor de él, y sin embargo ahí estaba, cruzando el Atlántico. Desayunar en París y almorzar en Nueva York era un sueño que sólo el Concorde hacía posible. Hasta un día como hoy, hace 20 años.
El vuelo 4590 de Air France fue un vuelo charter desde el aeropuerto Charles de Gaulle de París, hasta el aeropuerto internacional John F. Kennedy, en la ciudad de Nueva York. Había 100 pasajeros y nueve miembros de la tripulación a bordo. El Concorde, de matrícula F-BTSC y con sus tanques de combustibles al máximo, comenzó a rodar hacia la pista 26 aproximadamente a las 14:34 hora local. El clima acompañaba: estaba despejado y los vientos eran leves. El despegue comenzó aproximadamente a las 14:42 y progresó normalmente hasta unos segundos después de pasar por V1, a 277 km por hora.
En ese momento, una de las llantas del tren de aterrizaje principal izquierdo golpeó una pequeña pieza de chapa metálica que había caído del motor número 3 de un DC-10 que había despegado cinco minutos antes. El neumático de la rueda golpeada reventó y proyectó pedazos de él hacia la parte inferior del avión y el compartimiento donde se aloja el tren izquierdo.
Restos del neumático más grandes volaron hacia las alas, pero no penetraron la superficie, sino que generaron una oleada de alta presión dentro del tanque de combustible número 5, resultando en la ruptura de al menos tres sectores del tanque, y generando una fuga masiva de combustible.
La fuga de combustible, ubicada hacia adelante y hacia adentro de las tomas de aire de los motores 1 y 2, se encendió casi de inmediato. El despegue continuó, aunque el avión empezó a desplazarse hacia el lado izquierdo de la pista 26. El piloto giró el avión al pasar sobre el borde izquierdo de la pista. Después del despegue, los motores 1 y 2 comenzaron a fallar, siendo bastante más severa la falla del número 2. Unos segundos después del despegue, la alarma de incendio sonó en el motor 2, lo que hace que la tripulación lo apague.
El avión subió a una altitud de aproximadamente 60 metros, y una velocidad de aproximadamente 370 km/h, pero no pudo acelerar ni subir. Después de aproximadamente 60 segundos, el motor 1 comenzó a fallar, lo que generó una pérdida de velocidad.
Ya era imposible mantener el vuelo nivelado, y cuando el ala izquierda se empezó a desintegrar el avión estaba irremediablemente condenado. El Concorde entró en pérdida y se estrelló contra un hotel, matando a los 109 pasajeros y la tripulación a bordo, y a cuatro personas en tierra.
90 segundos después del despegue, el F-BTSC protagonizaba el primer accidente del Concorde y enlutaba a la aviación alrededor del mundo. Aun antes del accidente, el avión enfrentaba ya serias dudas a su continuidad operativa. Cuando vimos al Concorde caer, una parte de la aviación comercial cayó con él. Se había roto el hechizo: el avión más maravilloso de la industria era falible.
En 2003, empujado por una baja en la demanda, un incremento de costos operativos y un escenario enrarecido tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, el Concorde fue retirado del servicio. Hoy algunas empresas se preparan para retomar el viaje supersónico y continuar el legado. Pero dudo que quien hoy tome el lugar de Baxter se emocione tanto como él aquél día en Toulouse, cuando eso que parecía absolutamente imposible finalmente dejó el piso. Aquél día que el Aérospatiale-BAC Concorde voló.