De acuerdo con fuentes citadas por el Telegraph y recogidas por Reuters, Lufthansa y Air France – KLM habrían iniciado conversaciones para hacerse con los activos de la aerolínea regional británica Flybe, que cesó operaciones a fines de enero.
El interés de los dos holdings tiene una razón que guarda poca relación con la operación central de la fallida empresa británica: entre los activos de Flybe se encuentran los codiciados slots de operación en los aeropuertos de Schiphol, que sirve a la ciudad de Amsterdam, y Heathrow, principal aeropuerto internacional de Londres.
Los siete pares de slots de Heathrow y los cinco de Schiphol serían el núcleo de la oferta que prepararían ambos grupos empresarios, que ya se encuentran en una carrera por la consolidación de sus posiciones dominantes en el mercado intraeuropeo.
De acuerdo con lo reportado por Reuters, la aerolínea operaba siete vuelos diarios en Heathrow, el aeropuerto más transitado de Gran Bretaña, a Ámsterdam, Belfast, Newcastle y Newquay en Cornualles.
La necesidad de asegurar slots de operación es todavía más acuciante en Amsterdam, ya que el gobierno de Países Bajos planea poner un tope a las operaciones en Schiphol, limitando las mismas a 440.000 al año a partir de noviembre de este año.
El síndico de la aerolínea tiene sólo unos días para encontrar una solución y evitar la liquidación de la empresa, situación que complicaría una negociación directa por los activos.
Guerra abierta en Europa
No es el único movimiento en la estrategia de ambos grupos para conquistar el mercado europeo: Lufthansa tiene en este momento un plazo de negociación exclusiva con el gobierno italiano para quedarse con ITA Airways, la sucesora de Alitalia.
Air France-KLM también había demostrado interés, pero el grupo no pudo presentar la mejor oferta y deberá esperar a que falle la negociación con el holding alemán para tener una nueva chance.
El consejero delegado de Air France-KLM, Ben Smith, había expresado su frustración por el tope de capacidad, ya que según él la decisión fue «un shock» y «perjudicará» a Ámsterdam en una decisión «incomprensible», según dijo a la prensa a fines de enero.