Myasishchev M-4 Molot: El bombardero ruso que asustó a Estados Unidos a partir de un engaño

Myasishchev M-4 Molot

La rivalidad de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética alimentó una carrera armamentística marcada por una búsqueda incansable de supremacía militar. Central en esta narrativa fue la creación y presentación pública del bombardero estratégico soviético Myasishchev M-4 Molot, que provocó un breve pero intenso período de histeria militar y política estadounidense: la «brecha de bombarderos».

A principios de la década de 1950, bajo la dirección de Vladimir Mikhailovich Myasishchev, la Unión Soviética inició el desarrollo del M-4 Molot para reforzar sus capacidades de aviación de largo alcance dirigidas a Norteamérica.

A pesar del meticuloso diseño, que incluía el uso de aleaciones de aluminio aeronáutico y cuatro motores Mikulin AM-3A, el 20 de enero de 1953 se completó el primer vuelo del M-4, que reveló una deficiencia significativa en el alcance: no llegaría a los 12,000 km previstos en las especificaciones.

Estados Unidos, atento a los desarrollos del enemigo, avanzaba con la producción del B-47 y el B-52 mientras miraba de reojo el progreso del M-4. Pero no sabía todavía que el Molot, conocido por la OTAN como Bison, necesitaba de un upgrade mayúsculo para ser eficiente en su rol de bombardero estratégico.

Ante la ineficiencia de los primeros modelos, la Unión Soviética tenía dos caminos por seguir: cancelar el proyecto o empezar a mejorar las prestaciones del M-4 en silencio. Lo que no podía hacer era revelar la situación operacional del bombardero.

 

En julio de 1955, 28 Myasishchev M-4 sobrevolaron un show aéreo realizado cerca de Moscú. Los analistas de la CIA se volvieron locos: no sólo habían perdido el seguimiento del ritmo de producción del Molot, sino que la Unión Soviética ya tenía una fuerza considerable con capacidad de volar. Un informe de la agencia fue lapidario y aterrador: para 1960, la URSS podría tener 800 M-4 operacionales. La temida «brecha de bombarderos» mostraba una desventaja numérica (teórica) muy importante.

La respuesta fue inmediata: Boeing recibió una orden directa de incrementar los ritmos de producción de los B-47 y B-52 para no quedar atrás del M-4. Mientras la tecnología de misiles balísticos intercontinentales seguía perfeccionándose, los bombarderos estratégicos de largo alcance eran la carta ofensiva más confiable de la tríada nuclear. El verdadero eje de la disuasión.

Lo que no sabían los estadounidenses era, además del detalle de que ningún M-4 podría completar un raid de bombardeo al territorio continental norteamericano sin caer al mar en el vuelo de regreso por falta de combustible, era que no había 28 aviones. Eran 18, pero se armó la pasada para que 10 de los aviones que habían abierto el sobrevuelo lo cerraran. Un engaño bien ejecutado.

Aunque la deficiencia de alcance del M-4 excluyó su rol previsto como bombardero nuclear estratégico, encontró utilidad en roles de reconocimiento marítimo de largo alcance y ataques. El diseño pasó por varias iteraciones, culminando en la versión 3M con motores más eficientes y soporte de reabastecimiento en vuelo. A pesar de estas mejoras, el M-4 y sus variantes nunca cumplieron plenamente con sus aspiraciones de bombardero nuclear.

El enfoque operacional del M-4 se trasladó a configuraciones de tanquero desde finales de la década de 1950, extendiendo su vida de servicio hasta los años 70 y 80. La producción cesó en 1963, y para 1994, el último tanquero M-4-2 fue retirado. Algunos M-4 encontraron una segunda vida en roles especializados, como las tres unidades de carga pesada VM-T convertidas a partir de los tanqueros 3MN-2 para el programa del transbordador espacial Buran de la Unión Soviética.

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