En su discurso de apertura de la Asamblea General de IATA que tiene lugar en Doha, Qatar, su director General, Willie Walsh, señaló que la fuerte recuperación en la demanda de viajes hará que las pérdidas de la industria aerocomercial bajen a USD 9,7 mil millones en 2022, una mejora de casi USD 2 mil millones sobre la estimación presentada en octubre pasado, y significativamente inferiores que las pérdidas por USD 137,7 mil millones y USD 42,1 mil millones registradas en 2020 y 2021 respectivamente.
Se espera que la industria vuelva a obtener ganancias a nivel global en 2023, mientras que en Norteamérica esto ya ocurriría en 2022 con USD 8,8 mil millones,
Esto no deja de lado los desafíos impuestos por el contexto global tras el paso de la pandemia, que van desde una inflación del 9% en países de la OECD durante abril; una menor cifra de crecimiento en el PBI global, estimada en 3,4% para 2022; el fuerte incremento de los precios de la energía; la invasión de Rusia a Ucrania, denominada específicamente por Walsh como ilegal y que «ha desestabilizado la globalización, amenazado el suministro de alimentos a nivel mundial y recreado una división geopolítica que no se ha visto desde la Guerra Fría».
«Las aerolíneas son resistentes. La gente vuela cada vez más. Y la carga está funcionando bien en un contexto de creciente incertidumbre económica. Las pérdidas se reducirán a 9.700 millones de dólares este año y la rentabilidad está en el horizonte para 2023. Es un momento para el optimismo, incluso si todavía hay desafíos en los costos, en particular el combustible, y algunas restricciones persistentes en algunos mercados clave», dijo Willie Walsh, Director General de la IATA.
Walsh también hizo una recapitulación sobre lo que significó la pandemia para la industria, la cual «robó de nuestro mundo a millones de personas -familia, amigos y colegas» pero destacando cómo la respuesta de los gobiernos «desmanteló la conectividad, destruyó trabajos e infligió miseria, acciones justificadas por políticos alrededor del mundo de que sus decisiones estaban basadas en la ciencia«, aunque, agregó, en la «ciencia política, no en la ciencia médica», reforzando la hipótesis de que son las conveniencias políticas respaldadas por la opinión pública las que provocan la implementación de mayores o menores restricciones.
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