Durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses desarrollaron el globo bomba como medio de represalia directa contra el territorio continental estadounidense. Los globos, de papel o seda engomada, transportaban bombas antipersona e incendiarias.
Los recientes sucesos concernientes a supuestos globos espía chinos que sobrevolaron territorio norteamericano y sudamericano, tienen un primer antecedente en la utilización por parte de Japón, durante la SGM, de un método similar (y probablemente usando las mismas corrientes de aire) con el cual lograron atacar el territorio continental de EE.UU. desde el otro lado del Océano Pacífico.
En la década de 1940, los japoneses cartografiaban las corrientes de aire lanzando globos con instrumentos de medición desde la parte occidental de Japón y recogiéndolos en la parte oriental. Los investigadores observaron que hay una fuerte corriente de aire (conocida como jet stream) que atraviesa el Pacífico a unos 30.000 pies de altura. Estas corrientes de aire rápido de altura permitirían a un globo lanzado desde Japón, alcanzar la costa oeste de EE.UU. en solo unos pocos días.
Los primeros lanzamientos operativos tuvieron lugar el 3 de noviembre de 1944, y dos días después una patrullera de la Marina estadounidense avistó un globo flotando en el agua frente a la costa de California. Japón lanzó unos 9.000 globos durante un periodo de cinco meses, de los cuales un millar habrían logrado realizar su recorrido hasta alcanzar sus objetivos en EE.UU.
Los globos, rellenos de helio, se controlaban gracias a un elaborado mecanismo que accionaba una espoleta cuando el ingenio descendía de altitud, liberando un saco de arena y aligerando el peso lo suficiente para que volviera a elevarse. Este proceso se repetía hasta que sólo quedaba la bomba, momento en el cual ya debían estar sobrevolando territorio continental norteamericano.
El objetivo principal de este ataque – que el experto en aviación Robert C. Mikesh describe en su libro Japan’s World War II Balloon Bomb Attacks on North America como las primeras armas intercontinentales exitosas, mucho antes de que ese concepto fuera popularizado por la jerga militar de la Guerra Fría – era desatar incendios masivos en los bosques y campos de Norteamérica, a fin de entorpecer su esfuerzo industrial bélico, y golpear la psique colectiva de la sociedad.
La fabricación de los globos no sólo requería un avanzado conocimiento de ingeniería, sino un enorme esfuerzo logístico. Se reclutó a colegialas para trabajar en las fábricas que producían los globos, hechos de interminables resmas de papel y unidos por una pasta hecha de konnyaku, un vegetal parecido a la patata. Las chicas trabajaban turnos largos y agotadores, y su contribución a este proyecto bélico quedo prácticamente en silencio.
Un arma de baja efectividad
Los ingenieros y militares japoneses esperaban que el impacto de las armas se viera agravado por los incendios forestales, infligiendo terror en la población, pero que la mayoría de los globos no pudieran completar la travesía, y que los que sí lo consiguieron cayeran, en la mayoría de los casos, en zonas alejadas y despobladas, sumado a que llegaron durante la estación lluviosa, obstaculizó el cumplimiento del objetivo establecido.
Sólo se reportaron unos 285 incidentes relacionados con los globos bomba japoneses. La mayoría se registraron en el noroeste de Estados Unidos, pero algunos globos llegaron hasta Michigan.
A medida que se producían más avistamientos, el gobierno de EE.UU, con la cooperación de los medios de comunicación, adoptó una política de censura y silenciamiento, para reducir las posibilidades de que se generara el pánico entre los residentes estadounidenses y negar a los japoneses cualquier información sobre el éxito de los lanzamientos. Desalentados por el aparente fracaso de sus esfuerzos (ante la falta de algún tipo de referencia en los periódicos y radios norteamericanos), los japoneses interrumpieron sus ataques con globos en abril de 1945.
Las muertes silenciadas
El 5 de mayo de 1945, en la pequeña comunidad maderera de Bly, en Oregon, una joven de 26 años, embarazada, y otros cinco niños, mientras participaban de un día de campo organizado por la parroquia local, se toparon en el bosque con una bomba sin explotar de uno de los tantos globos japoneses que habían logrado cruzar el Pacífico.
Al intentar manipular el ingenio, sin tener conciencia de que se trataba de una bomba, la activaron y explotó, matando al instante Elsye Mitchell, 26 años, Eddie Engen, de 13 años, Jay Gifford, de 13 años, Sherman Shoemaker, de 11 años, Dick Patzke, de 14 años, y Joan «Sis» Patzke, de 13 años. Ellos fueron las únicas víctimas mortales del ataque con globos japonés del que se tenga registro.
Tras la explosión, la pequeña comunidad maderera tuvo además que soportar la carga añadida del silencio forzado. Para los familiares de los fallecidos, las circunstancias únicas de su devastadora pérdida no serían compartidas por nadie y serían conocidas por muy pocos.
Conclusiones
Si bien es cierto que el ataque con globos que realizaron los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial requirió de mucho ingenio y pensamiento innovador, no dejó de ser un acto desesperado para tratar de devolver, en alguna medida, los golpes recibidos por los feroces raids de bombardeo sobre las ciudades japonesas realizados por EE.UU.
Lo limitado de la carga bélica que podían llevar estos ingenios, sumado a su insalvable falta de precisión – un globo sin ningún tipo de sistema de control o guía- como método de entrega, demuestra que el objetivo primordial de los globos bombarderos, era sembrar el terror en el pueblo norteamericano, y levantar la moral propia.
La dependencia en los caprichosos vientos, algunas oportunas intercepciones de cazas norteamericanos, y la censura del Gobierno y los medios de comunicación sobre estos hechos, terminaron por reducir a cero la efectividad de esta acción bélica, que desde el principio, dependió demasiado del factor “suerte”.
Fuentes: Revista del Museo Smithsoniano (link); Museo Nacional de la Fuerza Aérea de los EE. UU. (link)
Buen informe yo habia leido hace tiempo que incluso algunos globos llevaban «armas biologicas» tales como viruela, sarampion o incluso peste bubònica