Morirse Viviendo

Es muy difícil explicar cómo te arrebatan todo de un plumazo, en un segundo. Es complejo encontrarle razón a la barbarie, y este post no intentará hacerlo. Podemos hablar de estadísticas, de la probabilidad de que te pase en relación con la cantidad de turistas. Podemos establecer correlaciones, o descartarlas. Pero no vamos a hacer eso.

Porque a las familias que hoy lloran a sus muertos les importan un carajo las estadísticas. Les tocó a ellos. La moneda cayó del lado equivocado y pasó lo que pasó. Conocemos incontables historias de gente que se salva por poco. Que estuvo ahí hace un año, seis meses, dos días, quince minutos antes. Que estuvo en otros lados, golpeados por la sinrazón y la locura, y agradece todos los días estar vivo. Que estuvo en Barcelona, en París, en Berlín, en Las Vegas. Hoy hay familias que no pueden congraciarse con eso. Que no pueden aliviar el dolor en el hecho de que pudo ser más grave. No hay algo más grave que perder a uno de los nuestros. No hay nada peor que el aluvión del sinsentido.

No hay contexto ideológico, o político, o al menos no es lo que analizarán en estos días terribles. Cuál es la explicación sociológica a tanta muerte inocente? Y no hablo de estos muertos. Hablo de todos. Lo que yo crecí aprendiendo es que la guerra es terrible en todos sus aspectos, pero que más allá de los bandos, más allá de las armas, están los civiles. Está la gente. Y nos hemos cansado de ver abusos y traiciones al honor de las reglas de la guerra. Pero un inocente muerto es un inocente muerto. No tiene bando. No tiene bandera. No tiene ideología.

Estos inocentes, que se prometieron un momento todos juntos y lo estaban cumpliendo, son las nuevas víctimas de aquello que no podemos entender. De una guerra tan lejana y al mismo tiempo tan próxima que asusta. Y ahí está el tema. Siempre que pasan estas cosas, uno se plantea qué tan seguro es el mundo. Si no será mejor quedarse quieto, no exponerse. Si no es mejor mantenerse en la seguridad de lo que conocemos. Y me veo en la obligación de decir que no, por tres razones.

La primera es que justamente quedarse en lo conocido es lo que lleva a los bárbaros a hacer estas cosas que hacen. Viajar te abre la cabeza, no conozco a una sola persona a la que no le haya pasado. Conocer otras culturas te hace entender que hay otras formas de vivir la vida. Quedarse adentro, en lo que a uno le enseñaron, es perder de vista que hay infinitas formas de felicidad. Y que la única verdad incontestable es que no hay una única verdad incontestable.

La segunda, que nadie sabe cómo va a morirse. Entonces, ante esa incertidumbre, tratá que todos los segundos en que la muerte te pueda alcanzar (que son básicamente todos los segundos entre el anterior y el que efectivamente te alcance), te encuentre viviendo. Paseando al perro, yéndote de viaje, charlando con amigos. Viendo Netflix en el sillón con la patrona. No importa. Que te agarre haciendo lo que vos querés hacer. Lo que soñaste. Morite viviendo.

Y la tercera, no dejes de viajar, porque si te gana el miedo, ganan ellos. Cualquiera de ellos. En cualquier lado. El mayor acto de rebeldía contra esta gente no es combatirlos. No los enfrentás con armas, o al menos no conozco escenario en el que la victoria militar haya alcanzado para eliminarlos. La forma que tenemos de ganarles es sonriendo. Cumpliendo sueños.

En una historia que ya conté, cuando murió mi perro mi psicóloga me dijo «lo único que le gana a la muerte es la vida». Pocos días después, llegó Cata, mi gata más chica. Demostrá que no pueden ganar y viajá. Paseá y conocé. Y si te agarra la muerte, se habrá llevado el más digno rival. Morite viviendo. Como ellos.

Mis respetos y condolencias a las familias.

4 comentarios en «Morirse Viviendo»

  1. En abril me voy NYC, y tengo un hermano allá ahora de vacaciones. Ni por un segundo me replanteo no viajar. Da una impotencia tremenda ver estas masacres, pero tener miedo es que ellos ganen, por eso se llama terrorismo.

    Dijo Pío Baroja que el nacionalismo se cura viajando, y yo le agrego que también la intolerancia y cualquier fanatismo. Prefiero correr el riesgo y que mis hijos conozcan el mundo antes que vivir preso del miedo o quedarme encerrado en casa. Si todos nos conocieramos a todos seguro el terrorismo no existiría más. Fijate la lección que aprendió Europa tras dos guerras mundiales implementando el programa Erasmus. Algo así sueño yo para el Mercosur.

    Igual me parece mas atemorizante vivir en en el GBA o cualquiera de las grandes ciudades de Argentina.
    Excelente tu blog.Un abrazo.

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