[Especial] Recorriendo el país con una tripulación de Aerolíneas Argentinas – Parte I

Edgardo Gimenez Mazó

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Son las 4:30 de la mañana. En algún lugar del norte del Gran Buenos Aires, un remis se detiene frente a una casa. A él se acerca un hombre de mediana edad que no pasa desapercibido. Impecablemente afeitado y peinado; la ropa sin ninguna arruga, pasos firmes. Es un hombre con uniforme. Y sobre el lado izquierdo de su saco negro, luce unas alas con el cóndor de Aerolíneas Argentinas. Es un hombre que hoy va a volar. Es un hombre que hoy es el último eslabón de esta mágica industria que desde hace un siglo se dedica a hacer que el mundo se sienta más pequeño, a conectar a la gente.

Porque para que en el hall de arribos de un aeropuerto se produzcan esos abrazos inolvidables entre dos personas que se extrañaban hasta el infinito, para que una persona pueda ver a través de la ventanilla el destino que siempre soñó conocer, o para que un empresario visite a ese cliente que le cambiará la carrera, hubo antes una muy larga cadena de personas que responsablemente siguieron procesos establecidos para que la industria se desarrolle de manera segura y eficiente.

Y en la última posición de esa cadena se encuentra ese hombre que en este momento va por una Autopista Panamericana casi desierta, aprovechando los casi 40 minutos que tiene de viaje hasta el Aeroparque Jorge Newbery para llamar por teléfono al área de meteorología de la empresa y preguntar acerca de las condiciones en ruta, consultar desde su iPad el plan de vuelo previsto y toda la información relacionada quiénes serán sus compañeros durante el vuelo (su copiloto y tres tripulantes de cabina de pasajeros), la cantidad de pasajeros previstos, repasar cartas y ver imágenes satelitales.

Ser el último eslabón no lo hace menos. Al fin y al cabo es quien, como máxima autoridad a bordo, tiene la responsabilidad de que un equipo de USD 40 millones y 170 almas con sueños, angustias, esperanzas, alegrías y tristezas llegue sana y salva a destino.

Hoy tengo la oportunidad de acompañar a este hombre que vuela en su eterna rutina que no es rutina. Uno, porque los días nunca son iguales en el “negocio de volar”: hoy le toca ir a Tucumán, pero ayer fue a Santiago de Chile, y pasado mañana irá a Ushuaia. Dos, porque aun yendo al mismo destino, las condiciones al salir, en ruta o al llegar nunca son iguales. Una máquina que vuela a 800 km/h a 10 mil metros de altura siempre se encuentra con nuevos desafíos.

Y durante este viaje puedo ser testigo privilegiado de los mismos, acompañando paso a paso todo lo que vive una tripulación desde que sale de su base hasta llegar a destino, recorriendo más de 3.200 kilómetros a través de los cielos argentinos, de una punta a la otra del país.

Es un hombre que vuela porque así se dieron las cosas. Pero bien podría ser la mujer que vuela, dado que afortunadamente en Argentina cada vez más mujeres han tenido la oportunidad de desarrollar su carrera como piloto comercial.

Unos minutos antes de las 5:00 el remis ingresa al Aeroparque Jorge Newbery y se detiene frente al sector de partidas domésticas. El hombre que vuela atraviesa el hall de check-in y despierta miradas de los pasajeros que lo rodean: es la magia del vuelo que transmiten aquellos que son capaces de adiestrarlo. Caminando a su lado y hablando con él siento que algo de ella también me salpica, y no tengo vergüenza en admitir que me siento un poco más importante que el resto.

Los mostradores de check-in del Aeroparque empiezan a despertarse. Vamos hacia el norte del país, pero esta vez, no sigo el camino de un pasajero común y corriente.

La eterna pasarela llega a su fin e ingresamos al punto de chequeo de las tripulaciones de Aerolíneas Argentinas y Austral, situado a un lado del ingreso a la sala VIP de Aeroparque.

Es un ir y venir constante de tiras, sacos, tacones, pañuelos y corbatas.

Pasado ese punto se encuentra la sala de descanso de los pilotos, en donde hay sillones para que las esperas sean más cómodas. Sobre uno de sus lados, una especie de inmenso fichero con pequeños cajoncitos, uno por cada piloto en la empresa (más de 900), que funcionan como “casillas de correo” en las que se les dejan diversas notificaciones.

Sala de pilotos

Luego de revisar que no haya nada importante en su casilla, nuestro hombre que vuela se dirige hacia la sala de briefing, en donde ya lo aguarda su copiloto para revisar los detalles de la operación: el plan de vuelo, información meteorológica, rutas. En esta sala hay computadoras para obtener toda la información necesaria, y dos pantallas que, a modo de tablero de comando, resumen información clave de las operaciones de Aerolíneas Argentinas en tiempo real: cantidad de vuelos planeados para el día, la cantidad de pasajeros a transportar, índice de demoras y cancelaciones, entre otros.

Llegó la hora de pasar al lado aire. Las tripulaciones tienen un puesto de control de la PSA especial que comparten solo con los pasajeros de la sala VIP, y se conecta directamente con el sector operativo. En plataforma nos espera la van que nos lleva hasta el avión: un Boeing 737-700, que con 128 asientos (120 en Economy y 8 en Club Economy), brinda una capacidad intermedia para determinadas rutas, entre las 96 de los Embraer E190 y los 170 de los 737-800.

Es la primera vez que hago un vuelo de esta manera, y me maravilla ser testigo de cómo durante el trayecto hasta la aeronave los tripulantes, tanto pilotos como los TCP avanzan en la metamorfosis de personas “comunes y corrientes” que charlan de trivialidades varias a profesionales encargados de la seguridad a bordo que se toman muy en serio su trabajo.

Descendemos de la van y al pie del avión ya aguardan varias personas listas para cumplir con su tarea: personal de seguridad, de la empresa de catering, de los vehículos de handling, coordinadores de rampa, etc.

Es el backstage de una gran sinfonía en un teatro aromatizado con JP1. Delicioso JP1. La estrella, obviamente, es el Boeing 737-700, que como pasó la noche la noche en el sector de mantenimiento y se le realizó un chequeo diario de rutina, no se esperan novedades en el aspecto técnico.

Ya son las 6:00 y en algunos minutos más empezará el embarque (que arranca media hora antes del horario programado de salida, las 6:45).

Acompaño al hombre que vuela en una de las tareas clave previas al vuelo: el walk around, que consiste básicamente en recorrer el avión desde el exterior haciendo un chequeo visual del fuselaje y sus componentes, observando que sensores como el del tubo Pitot estén descubiertos, que no haya ninguna fuga de fluidos y que las cubiertas del tren de aterrizaje estén en buenas condiciones, entre otros.

Todavía es de noche, por lo que recorrer la aeronave siendo iluminado por sus luces, las de la plataforma y las de otros vehículos le imprime una ambientación muy especial al momento. Pocas veces en mi vida “sentí” la aviación con tanta intensidad.  

Volvemos a la cabina, y mientras realizamos el walk around, el copiloto avanzó con los permisos de tránsito. Se cargan en la computadora del avión los datos del vuelo, mientras el abastecimiento de combustible y la estiba del equipaje llega a su fin.

Salgo unos instantes de la cabina dado que también quiero observar el trabajo previo de los Tripulantes de Cabina de Pasajeros, que en esta ocasión serán tres mujeres. La cabina está impecable, con todos los elementos en su lugar, y están probando que el sistema de altavoces funcione correctamente.

Luego controlarán el catering cargado para los pasajeros (en esta oportunidad, alfajores para todos, además de gaseosas, café o te) y la tripulación. Queda una larga jornada por delante, que terminará alrededor de las 15:00 en un lejano aeropuerto patagónico, por lo que se embarcan los almuerzos de la tripulación.

Nuevamente me sorprende la profesionalidad y la concentración de todos en su tarea. Uno imaginaría que, como en cualquier trabajo, habría instantes de charlas informales o comentarios al paso, pero no, todos trabajan con el objetivo de que el vuelo salga seguro, y a horario.

Se acerca el primer micro con pasajeros y los nervios se vuelven intensos. Los míos, obvio. Por primera vez estoy del lado de las TCP para recibirlos. Clac-clac-clac-clac, se sienten los pasos del ejército de pasajeros sobre la escalerilla metálica, las TCP respiran profundamente y dan inicio al concierto de “buen día”, “buen día”, “buen día”….y así, 128 veces, hasta que el avión se completa.

Me concentro en las miradas de las personas cuando atraviesan la puerta e ingresan al avión. Aún aquel en apariencia más frecuente pasajero sufre un cambio en el brillo de sus ojos. Pero quienes iluminan toda la cabina con sus sonrisas son los chicos, maravillados por la magia del vuelo que los recibe con tanta cordialidad en la forma y tono de las TCP de Aerolíneas Argentinas.

Llegó la hora de volver a la cabina. Los pilotos reciben el manifiesto de peso y balanceo que les lleva el despachante, mientras que el Comisario de abordo recibe la documentación relativa al embarque de pasajeros.

Son las 6:29 y las puertas se cierran. El vuelo está listo para partir. A horario. No por nada Aerolíneas Argentinas ha recibido en los últimos años varias distinciones por ser una de las compañías más puntuales de la región.

Arranca el push-back. La tensión (la mía), crece. Se activa la cabina estéril. A partir de ahora no existo. El hombre que vuela y su copiloto dirigen su total atención al cumplimiento de los chequeos previos al despegue. No es un momento apto para personalidades inseguras: literalmente dejás de existir. La cabina estéril abarca al rodaje, despegue, aterrizaje y a todas las operaciones realizadas por debajo de los 10 mil pies.

Nos posicionamos en la línea central de rodaje de la plataforma comercial de Aeroparque y se encienden los motores. En la cabina de pasajeros las TCP realizan las demostraciones de seguridad.

Por momentos me cuesta creer estar siendo testigo del backstage de un vuelo, y mi mente parece disperarse y reagruparse ocupando algún lugar entre los pasajeros, donde siempre experimenté la aviación comercial.

La torre de Aeroparque autoriza a que ocupemos la pista, y mientras nos alineamos recuerdo esa famosa frase que dice “un kilómetro de carretera no te lleva a ningún sitio, un kilómetro de pista te lleva a cualquier parte”, la cual toma un nuevo sentido para mí. Aclaro: en Aeroparque serían 2,1 kilómetros de pista.

Potencia en los motores y el 737-700 arranca su carrera de despegue.

– “V1” exclama el sistema de alertas de la aeronave. Ya no hay punto de retorno.

– “Rotate!”, dice el hombre que vuela, y la aeronave empieza a competir cabeza a cabeza con el sol para ver quién se muestra primero ante Buenos Aires, lo cual le imprime al momento una increíble tonalidad anaranjada.

Y entonces la sinfonía del vuelo toma una nueva dimensión. Competir contra la fuerza de gravedad no es una pequeñez.

“¿Por qué no estudiaste para piloto?”, es una pregunta que suelen hacerme cuando les digo que me dedico al periodismo aeronáutico, a la que siempre contesto que lo que siempre me interesó mucho más fue el mundo aerocomercial como industria. El concepto del “transporte aéreo” como facilitador de conexiones humanas y económicas. “El negocio de la libertad”, como lo define IATA. Eso hizo que en mi vida me dedicara mucho más a leer sobre su historia, sus regulaciones, sus características, y no tanto sobre el aspecto técnico del vuelo. Ni siquiera fui un gran adepto del Flight Simulator durante mi adolescencia: cuando me sentaba frente a la computadora era para leer sobre la industria y armar esto que hoy se conoce como Aviacionline.com. Ninguna cosa quita relevancia a la otra. La industria necesita tanto a pilotos o TCP como a gente que sepa administrar aerolíneas, planificar rutas, comercializarlas o mantener aeronaves. Y también locos como yo que se dedican a dejar registros históricos de todo.

Por eso, al margen de haber visto cientos de videos de vuelos desde la cabina en YouTube, poder presenciar todo lo que implica para el hombre que vuela y su copiloto impactó, mucho, en la perspectiva que tengo sobre sus responsabilidades.

Y en este momento dejen que me exprese como un chico de 7 años: ¿vieron todos esos miles de botoncitos, palanquitas, perillitas y rosquitas que se ven en la cabina? ¡El hombre que vuela los usa a todos! Bueno, capaz no a todos, y ciertamente no de manera simultánea, pero a pesar de la idea que uno pueda tener de que actualmente el vuelo está mayormente en manos de las computadoras, y los pilotos solo se dedican a disfrutar de la vista, lo que observé es una constante interacción con los múltiples controles de la aeronave que, sí, resulta agotadora, tanto como la de cualquier otro trabajo, con la diferencia de que en este caso uno no puede salir a la terraza de la oficina a tomar un poco de aire para relajarse. La gravedad es una bruja impía y cruel.

Viramos con rumbo 040 sobre el Río de la Plata mientras el controlador de la torre de Aeroparque nos desea buen vuelo y, un minuto después del despegue, nos transfiere al espacio del Área Terminal Baires, el siguiente paso en el escalonamiento de los servicios de tránsito aéreo.

El ida y vuelta entre los pilotos y los controladores es fundamental para un vuelo seguro y eficiente (sí, háblenme de obviedades), doblemente importante en espacios aéreos bastante congestionados como el de Buenos Aires, que requieren tecnología y personal capacitado que garantice una comunicación clara entre ambas partes cuando hay varias decenas de aviones en el aire.

Aproximadamente unos veinte minutos después se alcanza la altura crucero (36 mil pies en este vuelo, unos 11 mil metros) y el comandante apaga los carteles indicadores de ajustarse los cinturones. Ya estamos bajo el Centro de Control de Área Ezeiza.

En la cabina de pasajeros, las TCP arrancan con el servicio de a bordo, que en Aerolíneas Argentinas es gratuito.

Lejos de relajarse, el hombre que vuela sigue atento las formaciones de nubes y repasa los pronósticos de turbulencias emitidos por el departamento de meteorología de la compañía.

«La premisa es simple», me indica, «el vuelo debe ser, en este orden, seguro, confortable y eficiente». El confort del pasajero y la eficiencia en términos de combustible consumido y tiempo de vuelo pueden ir balanceándose, pero la seguridad es el factor innegociable, y eso en Aerolíneas Argentinas está escrito en piedra.

Para que las TCP puedan desarrollar el servicio con tranquilidad ascendemos a 38 mil pies, evitando así unas formaciones que podrían causar leves turbulencias.

Ya en manos del Centro de Control de Área Córdoba y próximos a iniciar el descenso, empezamos a recibir noticias de que el aeropuerto de Tucumán se encuentra bajo mínimos, es decir, con condiciones meteorológicas que provocan que la visibilidad sea inferior a la mínima necesaria para realizar una aproximación y aterrizaje por instrumentos.

Es una mañana complicada en el centro-norte de Argentina. Los aeropuertos de Córdoba, Río Hondo y Santiago del Estero también están bajo mínimos. Varias aeronaves tienen que desviarse a sus alternativas.

Ante esa perspectiva, el hombre que vuela toma la decisión de desviar el vuelo hacia el aeropuerto de Salta, 200 kilómetros al norte, dado que presenta condiciones óptimas. se descartan otras alternativas por ser más lejanas y con riesgo de que también desmejore la visibilidad.

Se decide no comunicar todavía la noticia a los pasajeros, con la esperanza de que con el siguiente reporte meteorológico, esperado para las 8:00, se anuncie la reapertura del aeropuerto de Tucumán. Y sí, en lo que siento como la voz más dulce que escuché en años, la controladora nos informa que la visibilidad era de 5000 metros, habilitándonos así el descenso hacia el “Tte. Benjamín Matienzo”. Para el hombre que vuela y su copiloto fue otra situación más en su rutina que no es rutina, pero yo lo vivo como los penales del Argentina – Holanda de Brasil 2014.

Ya dejamos atrás a Termas de Río Hondo hace unos minutos y ahora sobrevolamos la provincia de Tucumán.

Empiezan los chequeos previos. Antes del descenso, el Pilot Flying prepara la computadora, y configura la navegación para la aproximación y aterrizaje.

Luego hace un briefing al piloto que asiste, chequeando ambos que lo cargado coincida con las cartas.

El aeropuerto está rodeado de formaciones nubosas que vamos atravesando capa por capa hasta que, a 1000 pies, se produce el primer contacto visual con el terreno. Estamos a segundos de aterrizar, y si no llega a visualizarse la pista, el hombre que vuela debe tomar la decisión de realizar un go around.

– “Luces de pista a la vista”, exclama justo sobre los 500 pies.

– “Continuamos”, instruye su copiloto.

– “Continuamos”, responde.

Y apenas 30 segundos después el Boeing 737-700 de Aerolíneas Argentinas hace contacto con la pista.

La magia del vuelo quedaría incompleta sin el cierre de un aterrizaje perfecto. Porque cualquiera puede despegar sus pies de la tierra, pero devolverlos a ella con gracia y elegancia (¡y sin daños!) es un tema muy diferente.

El hombre que vuela, con miles de horas en el aire en su haber, sabe de esto, y a pesar de mis nervios, en ningún momento dudé de su capacidad y la de su copiloto de llevarme a mí y a los otros 128 pasajeros de manera segura y confortable.

– “Argentina 1472 arribó en minuto 31, libera por Charly, 121,75 con superficie”, dice la controladora de la torre del aeropuerto de Tucumán, y mientras salimos de la pista autoriza el ingreso a la misma a un Boeing 737-800 de Aerolíneas Argentinas.

El control de superficie, encargado de coordinar el movimiento de las aeronaves en tierra, nos indica que nos dirijamos a la posición 2 y que notifiquemos cuando tengamos al señalero a la vista. Nos toca manga.

Exactamente 3 minutos y 19 segundos después de haber aterrizado, el 737-700 llega a posición y el señalero le hace la señal de parada.

La manga inicia su siempre aparatosamente encantador acercamiento a la aeronave, y lo mismo hacen los vehículos de tierra.

En cada escala siempre hay un pequeño ejército de personas esperando para servir a cada vuelo, y es por eso que el desarrollo de la aviación comercial es un importante generador de empleo y catalizador de actividad económica a donde llega.

El hombre que vuela y su copiloto apagan los motores y avanzan en la Shutdown Checklist, esos segundos entre que la aeronave se detiene y se apagan los carteles indicadores del cinturón de seguridad, que parecen eternos para los pasajeros más ansiosos que saltan de sus asientos y obligan a que las TCP insistan en que se mantengan en sus lugares.

Se abren las puertas del avión y las 128 almas empiezan a desembarcar despedidos cordialmente por las TCP de Aerolíneas Argentinas.

Para toda la tripulación este fue otro vuelo más. Para mí fue una experiencia que me abrió los ojos hacia un mundo que por momentos parece de ciencia ficción, aunque, paradójicamente, en él nada se deja librado a la imaginación.

El día recién comienza, todavía quedan dos despegues y aterrizajes más.

Al descender, el hombre que vuela recabará nueva información meteorológica y acordará con el despachante el combustible final y el aeropuerto de alternativa para el próximo tramo.

La cabina de pasajeros será limpiada y ordenada para recibir a los próximos pasajeros, el copiloto realizará el walkaround y se cargará combustible.

Nos espera el siguiente tramo, Tucumán – Córdoba, que también tendrá sus particularidades. Porque como dije al principio, ningún vuelo es igual a otro.

Pero eso lo seguiremos en una segunda parte.

 

52 comentarios en «[Especial] Recorriendo el país con una tripulación de Aerolíneas Argentinas – Parte I»

  1. Mi nombre Ada Sofía Hernández
    Ex tripulante de AA .
    Que importante y emocionante que alguien como usted diga todo esto que nadie lo hizo y mucha gente lo pueda leer.
    Lo felicito . Mi hijo es Comandante de AA y vuela el avión que usted vivió todo esto.
    Mil gracias por ser un profesional en el periodismo y lo felicito y nunca jamás deje de ser así tan auténtico y sensible
    Mis cariños Sofía Hernández

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    • Muchas gracias por tu comentario, realmente me hiciste emocionar!

      Un honor saber que gente con tu historia me lee.

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    • Ada que bueno es saber que contamos con profesionales altamente instruidos,y con gran sentido de la responsabilidad que les compete.es un trabajo extremandamente complejo y que sin dudas requiere de lo mejor de cada persona.yo siento una gran admiracion ,por la industria aerea,y estoy seguro que lo mejor esta por llegar,permitiendo a la industria aerocomercial ser el artifice del desarrollo economico mundial.Saludos a Usted y los mayores respeto para su hijo,comandante de Aerolineas Argentina.

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  2. Me emocionó, leer y a la vez sentir su relato como si lo estuviera viviendo yo.
    Realmente muy interesante, hacer valer los preparativos y la previa de cada vuelo, y todo el mar o que rodea al mismo.
    Gracias por compartir esta experiencia

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  3. Leer esto te transporta imaginariamente a un viaje en avión sin haber subido al mismo y disfrutar cada momento de la lectura como disfrutariamos del viaje …nos hizo recorrer como en esas viejas épocas (tenía 7 años)cuando nos invitaban a conocer la cabina del piloto …hoy lo hice de nuevo leyendo está nota …muchas gracias señor por escribir y describir con tanta pasión lo que significa viajar en avión..

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    • Puse mucho esfuerzo en lograr eso que mencionás Gabriel, así que me alegra mucho que lo hayas sentido!

      Muchas gracias!

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  4. LA VERDAD ME HICITES SENTIR QUE YO ESTABA METIDO DENTRO DE ESA CABINA AMO LA AVIACION NO TUVE LA POSIBILIDAD DE PODER ESTUDIAR PARA COMANDANTE QUE ES MI SUEÑO HASTA AHORA
    LO FELICITO EXCELENTE NARRACION

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  5. Espectacular el relato y el modo de narrarlo, describiendo cada una de las sensaciones y emociones que rodean a la magia del volar, y excelente como siempre AR. Felicitaciones!!

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  6. Felicitaciones Edgardo!!! Gran trabajo… y siii!!! Ya lo creo que sera un registro historico en poco tiempo. Me encanta tu pagina

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  7. Exceleten reporte Edgardo!!! No se t escapó absolutamente nada!!! Sentí q era yo quien iba con ellos!!!
    T felicito! Gracias por esta nota! Espero ansioso la próxima!!!

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  8. Te felicito Edgardo!!! Excelente relato y tal cual como lo contas!! Es inexplicable lo que se siente, hoy tengo 38 años y estoy por cumplir un sueño al que nunca pensé que llegaría, empece a estudiar como piloto a los 36 años ,hoy tengo 36hs de vuelo 4 más y me recibo de PPA, nunca es tarde si uno se lo propone ,un saludo!!!

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  9. Extraordinaria naración del vuelo y como Ud. dice «backstage» y todavía no ví los videos, lo que me expera por suerte. !!!!
    Felicitaciones

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  10. He tenido la oportunidad de viajar dos veces…y la sensación de volar es increíble!!!!! Gracias Aerolíneas Argentinas…..

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  11. Bueno, faltaría que te cobren un alfajor Balcarce y un café con leche… que entiendo ya se abona con el pasaje. Poca mención al despachante, los técnicos mecánicos, señaleros, etc., sin su trabajo tampoco podría hacer mucho “el señor que vuela”. Casi que le dio más importancia al señor que maneja el vehículo que alcanza el catering.

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    • Entiendo lo que decís Paula, pero el informe se trata de cubrir el vuelo desde la perspectiva del piloto.

      Si todo marcha bien en los próximos meses seguirán especiales como estos pero enfocados en diferentes puestos.

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  12. Excelente nota. Gracias. No faltan detalles. No siempre es fácil reflejar la complejidad de factores que construyen un vuelo. Gracias, también, por destacar la labor de las TCPs. Es una crónica respetuosa y no falta de sensibilidad. Luego de 33 años en la industria y 17.000 horas de vuelo, me doy cuenta cuando la nota fue hecha con ganas y no para llenar espacio. Gracias nuevamente y un cordial saludo,

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    • Muchas gracias Martín! Un honor que alguien con tu experiencia valore mi nota.

      Traté de nombrar también algo de las TCP, pero también soy consciente de que se podría hablar mucho más de las tareas y responsabilidades que tienen. No faltará oportunidad de hacer otro especial enfocado solo en su trabajo.

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  13. Excelente el informe, muy buena la foto de la manga con los colores de nuestra Bandera, justo ahora en el mes de Mayo. Se pueden ver el celeste-blanco-celeste.

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  14. Te sigo siempre desde UAQ. Leer tu nota me mueve por dentro… jamás deje de soñar en ser piloto aunque los caminos de la vida me llevaran por rumbos muy diferentes… siempre tuve la ilusión y hasta llegue a ser piloto de planeador nomas …..pero amo la aviacion!!!

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  15. Querido Edgardo, felicitaciones por la nota! Muy buen trabajo: original, ameno y reconfortante. Te felicito a ti porque realmente muestras profesionalidad en tu trabajo, equiparada a la profesionalidad que se necesita para manejar un avión. Eres es un gran ejemplo, ojalá inspire a muchos. Muchas gracias. Espero ansioso las próximas notas.

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  16. Caramba… me hiciste leerlo dos veces. La primera para conocerlo y la segunda para disfrutarle cada instancia. Muy bien relatado todo. Muchas gracias!! Saludos desde Río Grande – TDF

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  17. Magnífico y muy disfrutable relato! cargado de emoción y de la sensibilidad que son tu marca registrada en la cobertura de la industria aeronáutica por tantos años. Felicitaciones para vos y aplausos al personal de AR por permitirnos este verdadero placer!!

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  18. Buenas noches Edgardo. Me encuentro en el living de mi casa leyendo este relato que vi en la cuenta de twiter y mi asombro, emoción y felicidad que me dio leerlo no te das una idea que felicidad me dio me llevo a mi niñez cuando soñaba con los aviones o quedaba mirándolos en la plaza, ese rugido me paralizaba me quedaba mirando desde que lo veía hasta que desaparecía, hoy ya adulto estudié TCP y estoy feliz de poder llegar a formar parte de una tripulación, ya hace un año que sigo en la búsqueda laboral, esta difícil y me sigo preparando, pero esta nota me llena de energía para saber que es una pasión que uno lleva dentro y por eso te agradezco por cada palabra! Gracias y abrazos !
    Gabo.

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  19. Edgardo, muy buen relato y sobre todo como transmitís tu sentir sobre la actividad aerocomercial, desde niño tuve muy cerca la actividad aeronáutica y tuve la suerte de trabajar 8 años, pero por motivos personales me aleje y tome otro rumbo profesional.
    Todos los días entro a tu página y me mantengo informado, continúa con tu trabajo que tan bien lo haces.
    un abrazo y gracias por la nota

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  20. Extraordinario registro y emocionante narración. Hace mucho no leía un artículo escrito con tanta pasión y tan minucioso en los detalles. Lo felicito por el excelente trabajo! Saludos y siga asi!

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  21. Edgardo! Sin palabras… Has podido transmitir el relato en una especie de poesía que imaginariamente me ponía una sinfónica de fondo, pudiendo revivir cada una de tus vivencias.
    Gracias por compartir esta gran vivencia.
    Un fuerte abrazo!

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  22. Excelente nota. Mas para mi, como padre de un Primer Oficial de Aerolineas Argentinas, que llevo a su hijo desde muy chico a pasar muchas horas junto a la reja de la cabecera 31 y que con no mas de 15 años lo lleve por primera vez a un hangar del aeropuerto de La Plata a conocer un cessna 172, que seria un año mas tarde su avion escuela. Su relato me situo en lo que diariamente vive mi hijo, con la salvedad que por razones obvias, no se menciona que ese vuelo comienza muchas horas antes (mas precisamente la noche anterior) cuando debe cuidarse con lo que come, no beber nada con alcohol y tratar de dormir lo mejor posible, pues como usted sabra, viven con un reloj biologico muy distinto al de todos nosotros. Dios me dio la dicha de vivir este presente, y a el le pido que AR supere pronto y de la mejor manera los problemas que la afectan.Saludos de una padre orgulloso. Gracias.-

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