La crónica dirá que un Antonov 148 se estrelló en las afueras de Moscú, con 65 pasajeros y 6 tripulantes. Dirá que el vuelo 6W703 de Saratov Airlines despegó de Domodedovo y cayó minutos después. Hablará del primer accidente de la línea aérea. Del primer accidente del Antonov 148. Del correcto mantenimiento de la aeronave.
Tal vez, la crónica se extienda sobre las posibles causas. Como siempre dije y voy a mantener, me suele sonar irrespetuoso estar elaborando teorías cuando los pedazos de avión siguen tibios en el piso. Seguramente, cuando la junta investigadora llegue a las conclusiones, quienes hoy revolean razones y adivinan ya estarán en otra cosa. Porque la noticia es hoy. En seis meses, o un año, o dos, el informe de 500 páginas no será interesante para nadie.
El accidente de hoy marcó el final de la estadística perfecta que la aviación comercial venía sosteniendo. Cuatrocientos cuarenta días sin accidentes, aun cuando los parámetros del recuento fueran restrictivos. Analizábamos el asunto en esta nota: las estadísticas son una foto de hace diez segundos. No dicen nada de ahora. Del vuelo que está por salir.
Esta mañana estuvimos nuevamente ante el recordatorio atroz de la realidad del transporte aéreo: las cosas fallan. Ninguna actividad humana está excluida de erorres. Es parte de nuestra condición no ser perfectos. Y más, cuando hay tantas instancias que pueden fallar. Un accidente de estos nos recuerda que el Modelo de Reason está siempre agazapado, esperando alinear los agujeros del queso.
Como todo accidente, debe servir para hacer a la industria más segura. Hemos avanzado aprendiendo con sangre, y aunque suene terrible, es una de las pocas industrias que tiene como meta máxima aprender del error. Hay un sistema entero de mitigaciones de riesgos que depende de encontrar las razones de aquello que se escapó a los controles redundantes. Sin minimizar a las 71 víctimas, ayer, hoy y mañana serán iguales las responsabilidades y los cuidados. Deberemos seguir tan atentos a los procedimientos como siempre.
Cuando este accidente nos deje cosas para aprender, debemos incorporarlas y seguir trabajando igual. Investigar la variable que hizo que esto pase, mitigarla y dar respuestas y controles adicionales. A la larga, la aviación comercial se basa en eso: redundancia. Controles reiterados, listas y revisiones. De eso se trata.
Es un día triste para la aviación comercial, pero no es un día inesperado. O por lo menos, no debería serlo. Estas cosas pasan. Lo que no puede pasar, es no aprender. Si así fuera, los 65 pasajeros y los 6 tripulantes del 6W703 de Saratov Airlines habrán muerto en vano.
Y eso será dos veces trágico.
Paz a las familias.
Esperemos que se den los resultados de las pericias, ya que los rusos son mas cerrados que c**o de muñeca. Toda información rescatada será para mejorar. Ojalá todas las industrias funcionen de la misma manera. En cuanto a la estadística es, o era tan cierta como innecesaria, ya que de que te sirve saber, si con eso no mejorás. Siempre en esta industria se aprende del error, y esta vez les todo a 71 almas, lamentablemente. Seguimos aprendiendo. Gracias Pablo