En 2016, después de unos años de volar en aviones charter y/o aviones de línea tras la baja de los Vickers VC-10 del Royal Air Force Transport Command, se reacondicionó un Airbus A330 Voyager (el nombre que le pusieron al MRTT) con comunicaciones satelitales encriptadas, una sala de conferencias, contramedidas electrónicas, 58 asientos de clase Business, 100 de clase económica, y se lo designó como nueva aeronave de transporte de dignatarios. Ah, un detalle: conservando su capacidad de ser un reabastecedor de combustible.
Esta transformación costó 10 millones de libras esterlinas, con la idea de ahorrar casi un millón por año, ya que mantener un avión presidencial de uso único es caro, y alquilar un charter es todavía peor.
Este año, aprovechando que el avión tiene que entrar a mantenimiento programado y entre las tareas a realizarle se encuentra el repintado, el Primer Ministro Boris Johnson avanzó con un plan novedoso: cambiar el aburrido gris de la RAF y pintar el Voyager con los colores de la Union Jack. Por un costo aproximado de 900.000 libras.
“El costo de £900.000 incorpora el costo de crear un diseño que promoverá al Reino Unido en todo el mundo sin comprometer el rol militar vital del avión», dijo un portavoz del Ministerio de Defensa. «El Voyager puede representar mejor al Reino Unido en todo el mundo con la marca nacional. » concluyó.
El avión es utilizado por el Primer Ministro, otros ministros y miembros de alto rango de la Familia Real para compromisos oficiales.
Los vuelos oficiales que usan aviones del Royal Squadron o chárters de larga distancia, cuestan en promedio £6.700 por hora de vuelo, mientras que usar un avión Voyager costaría £2.000, estando disponible para operar como reabastecedor de combustible cuando no estuviera en uso.
Según Sky News, cuando Johnson era secretario de asuntos exteriores en 2018 dijo que le gustaría tener un «avión Brexit» para ayudarlo a viajar por el mundo. Sky informó que Johnson dijo que gastar dinero en un nuevo esquema para avión que promoviera la visión del gobierno de una «Gran Bretaña global» estaría justificado si los costos no fueran «exorbitantes».