Southwest Airlines confirmó hoy que ordenó 34 737-7 con la intención de recibirlos hacia 2022, en vistas de una recuperación de la demanda a partir de la evolución de la situación sanitaria en Estados Unidos. Con este adicional, la cuenta total de -7 solicitada por Southwest es de 234.
La compañía redujo en este segundo trimestre sus pérdidas en un tercio, y espera que la recuperación de la demanda de viajes de placer acompañe la temporada estival, mientras que el regreso de los viajes de negocios todavía tiene un largo trecho por delante.
Para Boeing, este nuevo pedido refuerza la posición anteriormente endeble de la variante más chica de la familia MAX, ya que en su momento varios operadores convirtieron sus pedidos de -7 a -8.
No es novedad que Southwest salga en rescate de Boeing: ha sucedido varias veces en la historia del operador. Más de una vez compró unidades rechazadas por otra aerolínea, o firmó cartas de intención para sostener la imagen del fabricante en momentos complicados.
A partir de la crisis del MAX, Southwest se convirtió en un acreedor importante para Boeing por las penalizaciones y multas pendientes con uno de sus clientes más grandes. Por lo tanto, se espera que estos 737-7 adicionales lleguen con un precio muy reducido a la flota.
Si bien esto le permite a Boeing no desembolsar efectivo en un momento crítico, implica que la línea de producción estará comprometida a ensamblar aviones que representarán un impacto menor en la recuperación económica del gigante de Renton.
Se entiende entonces el apuro por incrementar el ritmo de producción a 42 aviones por mes, para liberar backlog y hacerse de una buena cantidad de millones de dólares que estuvieron faltando en estos dos años.
Por otro lado, la idea de la compañía es ofrecer un avión de diseño nuevo para competirle al A321XLR, por lo que deberá liberar su cadena de producción lo antes posible y deberá decidir si el 737-10 finalmente se incorpora al portfolio o si el nuevo avión tomará esa porción de mercado.
