Reporte de vuelo: Buenos Aires-Atlanta, Boeing 767-400ER, Delta Air Lines

Arranco con una confesión: hay una pizca de parcialidad en el reporte que será inevitable. Hacía más de dos años que no me subía a un avión y, por tanto, con la excepción de caernos en una parte remota del Amazonas, era muy difícil que le encontrara puntos flojos a una experiencia que extrañaba tanto.

Llegué a Ezeiza con un buen margen de tiempo: La aplicación de Delta sugería estar al menos 4 horas antes, así que estuve casi cinco. Saliendo de la Terminal C, se suponía que no debería haber familiares ni allegados despidiendo gente adentro (primera sorpresa: al final había cuatro o cinco saludando), por lo que nos fuimos a tomar un café a la A, para ahí despedirnos.

La Terminal C de Ezeiza, exclusiva de miembros SkyTeam, es el centro de salidas de Aerolíneas Argentinas, Delta y -ya veremos cuándo- ITA, la sucesora de Alitalia. En un día como el de ayer domingo, con elevada temperatura y excesiva humedad, el área de check-in y preembarque sufre demasiado la enorme superficie vidriada. Una vez que se accede al area de embarque, la experiencia cambia, pero el calor acumulado se sufre, tanto los pasajeros como el personal del aeropuerto, los locales y las aerolíneas.

El paso por seguridad fue fluido, los protocolos se respetan y, salvo algún descolgado, la gente respeta los mandatos de barbijos y distancia. La puerta designada era la 20 y la gente de Aeropuertos Argentina 2000 me invitó a dar una vuelta por el Salón Aeropuertos VIP, así que encaré el trayecto hacia la puerta 1 sabiendo que después debería recorrer casi todas las puertas para llegar a mi vuelo.

El embarque también fue rápido y ordenado; poca gente haciendo cola (inevitable y cultural) pero manteniendo la distancia. Recorrí el pasillo, subí al avión y me encontré con la segunda sorpresa: qué bien le queda el retrofit al 767-400.

Si bien no pude observar las cabinas de Delta One, el paso por Premium Select y Comfort+ permite ver un producto sobrio y con algunas diferencias que permiten ver los saltos de categoría. Mientras me acercaba al 49G, allá en Main Cabin, me preguntaba qué tal sería la experiencia del fondo. Y la tercera sorpresa: es una de las mejores economy class que probé.

Configuración 2-3-2, generosa de espacio entre asientos, generosa también de ancho de asiento, una generosa pantalla de entretenimiento con buen catálogo (y una suite de seguimiento del vuelo con muchísima información). Un sólo detalle podría mejorar la experiencia, pero es más para tenerlo en cuenta desde lo personal: en los últimos tiempos, la gente fue cambiando de los viejos y queridos auriculares con cable a los airpods o auriculares bluetooth. La verdad es que no pregunté si proveerían auriculares con cable como en las viejas épocas, pero el no poder hacer pairing de mis auriculares con el sistema de entretenimiento me impidió aprovecharlo.

De todos modos, ese aprovechamiento hubiera sido más teórico que otra cosa, porque minutos después de la cena -de buena calidad en general- quedé frito contra la ventana. Hice buen uso de la almohada y la manta, porque la temperatura de cabina era bastante baja. Quise probar antes de dormir el servicio de wi-fi gratis para mensajería web -WhatsApp, Facebook y alguna más, sólo en modo texto) pero no encontró servicio mientras estuve despierto.

Recuperé la conciencia a la altura de Cuba, con poco más de hora y media por delante. Probé conectarme y ahí sí, pude empezar a usar el servicio, cuya latencia es bastante baja. Tal vez ayudó que hayan sido pocos los pasajeros que estaban despiertos a esa hora, pero hizo lo que tenía que hacer, y más teniendo en cuenta que es gratis. Hay planes y paquetes para mantenerse conectado, que van desde una hora a la totalidad del vuelo.

 

Faltando 40 minutos para el aterrizaje, la tripulación pasó sirviendo el desayuno. Un muffin de huevo que estaba muy bien y un vaso con frutas, más un café. Poco tiempo después, tocábamos tierra en el mamotreto inmenso y hermoso que es Hartsfield-Jackson.

Migraciones y seguridad deben haber llevado 10 minutos total. A dónde voy, cuánto tiempo me quedo, qué vine a hacer. Después, porque Atlanta es así, de la Terminal F tomo el tren a la Terminal A porque la puerta de salida de mi vuelo a Ontario es A24. Llego a la A y cuando voy a la A24 -aclaro, faltaban cuatro horas para la conexión- dice «Flagstaff». Miro la cartelera y mi vuelo ahora sale de la B11. Atlanta siendo Atlanta. Me hizo lo mismo en 2008, haciéndome recorrer de la E a la A ida y vuelta.

En síntesis, y como dije al principio, era muy difícil que algo me pareciera malo en este viaje que esperé tanto y haciendo esta rutina que algunos odian pero yo extrañaba horrores. Sin embargo, más allá de la niebla de la alegría podemos decir que el producto de Delta para la ruta, con el viejo y querido Boeing 767-400ER, me recuerda por qué el 767 es uno de mis aviones favoritos, brindando comodidad y eficiencia.

Punto aparte para la tripulación, servicial, atenta y con excelente predisposición. En el embarque, una familia adelante mío estaba lidiando con el cochecito del bebé, el plegado del cochecito de bebé, el bebé, los carry on y las mochilas. Uno de los TCP los ayudó y mientras trataban de acomodar las cosas, le hacía caritas al nene. Poco después, le preguntó a la madre si lo podía tener y la madre aceptó encantada. El que no estuvo tan encantado fue el nene, pero el gesto estuvo y eso es lo importante.

Escribo esto mientras tomo un café en la Terminal B de Atlanta. Sigo a Ontario, CA, donde mañana veré la presentación del Boeing 757 de Northwestern Pacific. Ya les contaré de este vuelo, y lo de mañana.

 

 

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