El avión de reabastecimiento de combustible en vuelo A330 MRTT Voyager de la RAF se encontraba participando de los ejercicios Red Flag 24-1 en EE.UU. cuando estalló uno de sus neumáticos. Se trató de un incidente menor sin mayores repercusiones.
Según el comunicado emitido por la Royal Air Force (RAF), mientras el avión se precipitaba por la pista de Nevada a una velocidad de despegue de unos 160 km/h, el neumático del avión de 204 toneladas, cargado con 80 toneladas de combustible, falló. La tripulación sintió unas pequeñas vibraciones al principio, como en un despegue rutinario, pero no fueron conscientes de la gravedad del incidente y el despegue continuó sin problemas.
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Una vez en el aire, los sensores de presión de los neumáticos mostraron fallos en dos de ellos. Se utilizaron las cámaras de inspección exterior del avión para confirmar el alcance de los daños.
La tripulación también se puso en contacto con un caza F-16 de las Fuerzas Aéreas de EE.UU. para que volara a su lado y realizara una inspección visual. A continuación, el capitán del Voyager y su tripulación evaluaron la información disponible sobre los daños y planificaron la forma de aterrizar la aeronave con seguridad.
En el Voyager había un pequeño número de pasajeros británicos y aliados a bordo, y la tripulación de cabina se aseguró de que estuvieran informados de lo que ocurría.
Para minimizar los riesgos de aterrizar con las ruedas dañadas, la tripulación alargó la duración de su vuelo para reducir la cantidad de combustible y, por tanto, el peso a bordo. Además, así daba tiempo a todos los cazas de regresar a la base antes que el Voyager, ya que era posible que dañara la pista al aterrizar.
La tripulación se puso en contacto con los bomberos de la base aérea de Nellis para asegurarse de que estaban situados junto a la pista y preparados para recibirlos. La aeronave aterrizó con seguridad y los bomberos inspeccionaron rápidamente la aeronave para confirmar que todo estaba bien, posteriormente la tripulación decidió que podían rodar de vuelta a su plaza de aparcamiento a baja velocidad.
Los ingenieros de la RAF trabajaron toda la noche para reemplazar las ruedas, asegurándose de que el Voyager pudiera continuar su papel vital en el ejercicio al día siguiente. Podría decirse que se trató de un buen, pero inesperado, entrenamiento.