Casi nueve años después de la baja del Sistema de Armas Mirage, la Fuerza Aérea Argentina dio un paso gigante hacia la adquisición de su reemplazo. La transición que en cualquier país medianamente ordenado se solapa para que el nuevo sistema vaya tomando gradualmente las funciones del anterior mientras tripulaciones, personal de apoyo e instalaciones se adaptan a las nuevas necesidades, sin perder la capacidad que el cambio de equipo busca mantener o mejorar.
En Argentina, no pasó. Y durante casi una década, el país careció de un elemento de intercepción supersónica. Entre esa baja y esta firma, cientos de hipótesis. Algunas clásicas, otras delirantes, otras sorprendentes y hasta interesantes. Pero finalmente, primó el sentido común y se decidió ir por una oferta que combina lo disponible, lo pagable y lo «políticamente correcto». Los F-16 que Dinamarca retira, con el aval de Estados Unidos.
El futuro llegó, hace rato
La incorporación de los F-16 significa un salto tecnológico de 30 años, tomando en cuenta el sistema que llega a reemplazar. Sin embargo, dicho avance lejos está de ubicarnos en el presente.
En un mundo en que habla de sexta generación, aviones furtivos y complementos no tripulados, Argentina incorpora 24 F-16 de cuarta generación. Seguramente se hará fiesta, y estará bien. Es innegable que es una mejora importante en cuanto a capacidades. Pero hay un riesgo latente.
Existirá siempre en la opinión pública aquél que crea que con estos aviones alcanza para tener una Fuerza Aérea moderna, adaptada a los escenarios de guerra actuales, a un mundo en constante cambio. Edward Luttwak decía, en su magistral Parabellum, que la consecuencia inevitable del avance tecnológico propio es su obsolescencia por reacción del oponente. Y me detengo en este punto un momento.
Hace tiempo que se intenta implantar la idea de que Argentina es un país sin Hipótesis de Conflicto, como si esa situación fuera -por sí- ideal. Y la realidad debe ser otra: Argentina debe tener HHCC. Debe prepararse para diferentes escenarios. Debe jugar con la idea de tener oponentes. Basta ya del oxímoron perverso de la «Defensa Defensiva».
No significa ni por un segundo que seamos una nación que busque alterar la paz de la región. Pero debe haber consideraciones, planificación, revisión de posibles coyunturas. Plantearse, en fin, hipótesis. Procurar los medios necesarios para servir lo mejor posible esos escenarios y no perder de vista la reacción de los actores de la región, quienes también evaluarán estas capacidades mejoradas.
Chile tiene F-16 desde principios de siglo y conoce a la perfección las capacidades y limitaciones de sus aviones. El país trasandino entiende que los aviones no operan en un vacío y que requieren de un ecosistema que los potencie y optimice. Brasil está en pleno proceso de incorporación del SAAB Gripen NG.
Y los dos saben de forma cabal que sus cazas no son más que un elemento -sustancial, por cierto- de una estructura mucho más compleja. Son una herramienta de un sistema de defensa. Son parte integral de un sistema de mantenimiento de la paz a través de una disuasión real, basada en costos, más que en buenas intenciones.
Argentina corre el riesgo de detenerse en estos 24 aviones y pensar que es suficiente, cuando lejos está de eso. La Fuerza Aérea necesita capacidades de Reabastecimiento y Transporte Estratégico (porque un Boeing 737-700 no es un activo estratégico), necesita sistemas de Alerta Temprana, de Inteligencia y Guerra Electrónica. Requiere de un cambio de paradigma que acerque al arma a una mentalidad de segunda década del Siglo XXI.
Los 24 F-16 son un buen comienzo pero no servirán de nada si creemos que eso es suficiente. Si nos dejamos envolver por las voces que creen que un avión militar es efectivo porque vuela. Si seguimos queriendo, en la era de los UAV/UCAV, avanzar con una plataforma de reconocimiento tripulada sin capacidad de autodefensa.
Todo el mundo aprendió de Malvinas lecciones valiosas que pagamos con sangre. Sin embargo, no escasean los que sueñan despiertos con una revancha en manos de 24 aviones de 4ta Generación. Todo el mundo aprendió, menos nosotros.
En resumen, bienvenidos los F-16 a la Fuerza Aérea Argentina. Habrá que trabajar para que quede claro que es un gran primer paso, pero que debemos evitar a toda costa correr el riesgo de creer que es suficiente.
No se de dónde saca Ud. que los argentinos creemos que sea suficiente con los F16. Al contrario, ahora que echamos a los que se roban los presupuestos para hacer política queremos más. Incluso recuperar nuestra propia cohetería y misilística desarrollada junto con los alemanes en el siglo pasado. El Hegemón que ahora se congratula por nuestra decisión de volver bajo su protección, fué el mismo que nos abandonó bajo el tratado TIAR, no facilitó repuestos nuestras fuerzas y urgió desmantelar nuestra cohetería en sociedad con Alemania. Queremos volver al escenario mundial con orgullo y profesionalidad, nuestro enemigo natural que recibió una buena paliza en Malvinas está desapareciendo solo, dentro de poco su presupuesto militar será inferior al nuestro. La vieja Rubia Albión tendrá por fin lo que se merece.