El proceso de arbitraje comenzó después de que Boeing acusara a Embraer de no cumplir con las condiciones requeridas para cerrar la transacción, propuesta originalmente en 2018. Embraer respondió que Boeing se retiró debido a sus problemas financieros, lo que desencadenó el arbitraje.
Si bien es cierto que la pandemia fue el desencadenante de la disolución del acuerdo, la historia de la fusión tiene contactos con los problemas del Boeing 737 MAX, y la compleja situación financiera resultante de la suspensión de operaciones del modelo junto con la incertidumbre inevitable del mercado en el contexto del COVID-19. Para Embraer fue un golpe atroz, porque había invertido tiempo y dinero en una fusión que no se materializó, aunque con el diario del lunes la compañía pudo superar el mal momento y hoy goza de buena salud.
Más allá del momento de Boeing, la fallida fusión con Embraer privó al fabricante estadounidense de un centro de desarrollo de vanguardia en Brasil, de una fuerza laboral de altísima calidad y calificaciones a un costo de mano de obra mucho menor, y de una cartera de productos en los segmentos de 70 a 150 asientos -las líneas E-Jets E1 y E2- y un transporte militar táctico que va ganando aceptación en el mercado OTAN y extra OTAN, el C/KC-390 Milllennium.
Las partes alcanzaron un «acuerdo de collar»: un arreglo financiero diseñado para proteger al comprador y al vendedor de fluctuaciones en la valoración de la transacción debido a las condiciones del mercado. Este tipo de acuerdo limita el riesgo potencial y proporciona un rango predeterminado dentro del cual el precio final puede variar, y en el caso de este acuerdo específico, fijó el precio de la resolución en 150 millones.
Boeing confirmó el acuerdo pero no especificó el monto a pagar. «Estamos complacidos de haber concluido el proceso de arbitraje con Embraer«, declaró la empresa. «Estamos orgullosos de nuestra asociación de más de 90 años con Brasil y esperamos continuar contribuyendo a la industria aeroespacial brasileña.»
