El 28 de abril el medio noruego E24 publicó una nota citando al director financiero (CFO) de Norwegian, Geir Karslen, quien durante la presentación de resultados trimestrales volvió a mencionar las medidas que el grupo está tomando para reducir unos USD 300 millones en costos, y así poder alejarse de los números rojos que lo aquejan desde 2017 como consecuencia de una etapa de fuerte expansión internacional que se combinó con cuestiones ajenas como los problemas de los motores Rolls-Royce de sus 787 (lo cual los obligó a alquilar aviones para suplir aquellos que quedaron en tierra) y el alza en los precios del petróleo.
En ese contexto, desde E24 le consultaron acerca de la filial en Argentina, y Karlsen declaró que «si los planes en Argentina no resultan como lo planeado, también estamos preparados para retirarnos».
Karslen comentó que «el tráfico en el mercado argentino es decente en febrero y marzo, antes de que caiga en abril, mayo y junio. Luego retoma fuertemente a partir de julio y a lo largo del otoño», agregando que «veremos qué sucede en junio y julio, y haremos una evaluación en agosto. Esto significa que si no obtenemos ganancias, entonces decidiremos».
De esas declaraciones a «Norwegian Air Argentina cierra en agosto» como algunos sectores empezaron a repetir con cierto regocijo desde ayer hay bastante distancia. También con lo vertido en una cuestionable nota publicada hoy por Página 12, armada con todos los retazos de los prejuicios que tienen de la industria aerocomercial moderna aquellos que se quedaron en la «época dorada» (y exclusiva) de los años 50.
Y fue el mismo CEO y fundador de Norwegian, Bjørn Kjos, quien al otro día de la publicación de esa nota, desmintió que planeen cerrar su filial argentina.
Kjos dijo que Norwegian mantendrá sus compromisos con Argentina y que sus planes avanzarán, tanto en lo que respecta a las operaciones internacionales como a las de cabotaje, detallando que están analizando tres nuevas rutas para unir a Buenos Aires con Europa (actualmente vuelan a Londres/Gatwick).
El directivo también destacó la reciente puesta en marcha del call center con personal propio en Argentina, que atiende no solo a nuestro país sino también, por la diferencia horaria, a Europa y Estados Unidos.
Gente cercana a la compañía me comentó que para Kjos, la filial argentina es casi como un hijo, por lo que en general opinan que al grupo tendría que irle realmente muy mal para que la lleguen a cerrar. Y con las acciones que están tomando para recortar sus pérdidas en marcha, se ha alejado ese horizonte tan oscuro.
Durante abril Norwegian Air Argentina superó la marca del medio millón de pasajeros transportados, seis meses después de haber iniciado sus operaciones regulares. Ese mes también alcanzó una ocupación promedio del 70% en sus vuelos, manteniendo una puntualidad del 97%.
En ese sentido, el CEO de la filial local, Ole Christian Melhus, había expresado a la agencia Telam que «la compañía está bien posicionada para seguir atrayendo nuevos clientes, especialmente en el mercado de larga distancia, donde las nuevas operaciones internacionales, particularmente con Argentina, ayudarán a estimular aún más el desarrollo del cabotaje».
Ahora, ¿podría Norwegian abandonar la Argentina? Obviamente que sí, como también lo podría hacer cualquier otra línea aérea, o cualquier otra empresa de cualquier sector de la economía.
Ya había escrito algo siguiendo esa línea en una nota que generó bastante ruido hace unos meses:
«Que existan más noticias malas o buenas en una industria aerocomercial abierta a la competencia ya empezará a depender de la capacidad de cada compañía de adaptarse para sobrevivir durante las fases turbulentas que forman los ciclos económicos, y de capitalizarse durante las más prósperas. Porque de ambos tipos habrá siempre. Si durante una crisis una fábrica recorta su producción, ¿por qué una compañía aérea no tomaría una medida similar? No es algo positivo, seguro, ¿pero qué otra opción hay si la sociedad demanda que la aviación comercial sea más accesible y dinámica?»
Y seguí: «Amo la aviación. Me apasiona como ninguna otra cosa. Es mágica. Crea oportunidades. Así y todo he llegado a construir una mirada objetiva sobre ella al darme cuenta de que la gran mayoría de la gente no la ama, no siente pasión por ella y no la considera mágica. Espera que le sirva para ir del punto A al punto B de la manera más rápida, barata y segura posible, tanto como espera que al ir al supermercado los productos sean fáciles de encontrar, no estén vencidos y no haya mucha cola en la línea de cajas. Ya es un commodity. ¿Algo bueno del proceso? La industria a nivel mundial creció a niveles insospechados ¿Algo malo? Quedó mucho más expuesta a los benditos ciclos económicos. Una sola, gran y orgullosa empresa estatal de las que abundaban en el mundo podía atravesar sin mayores riesgos los vaivenes de un país sabiendo que nunca se la dejaría caer dado que llevaba la bandera nacional (junto a pocos pasajeros) por los cielos. Una aerolínea estatal y cuatro privadas deben reinventarse constantemente para capturar a un creciente público que se siente con derecho a volar».
Difundir rumores sobre el posible cierre de una compañía aérea para satisfacer su morbo e intereses políticos es deleznable, porque saben el efecto que puede tener sobre las reservas futuras. Son pocos quienes lo hacen, pero lamentablemente terminan contaminando a todo el universo aeronáutico argentino, en el que abundan personas que aman sinceramente la actividad, muchas de las cuales, en todas las aerolíneas, llamo amigos.
Vuelen y dejen volar.