Nunca Es Tarde, Parte II: Cinco Historias del Gran Viaje de una Vida

Finalmente, después de un poco más de un mes, mi madre volvió de su viaje a China. Había contado un poco de la historia en este post (de hecho, recomiendo su lectura para tener algunos nombres frescos), pero a la vuelta nos pusimos a charlar. Hoy nos juntamos a comer puchero, como parte de todo aquello que extrañaba después de un mes de comida china, y unas cuantas cosas que contó hicieron que este post cambie de tono. Tal vez menos reflexivo, pero por un lado, un poco más divertido. Creo que podemos resumir su viaje en cinco anécdotas. Y algunas fotos.

Historia I: Los calzones de mi vieja los lleva Gamboa

Aeropuerto de Ezeiza, la noche del vuelo de salida. El grupo de viajeros estaba formado por: Suki, Tiziano (menor), mi mamá y un tercer chino, al que le dicen Gamboa. No sé por qué, no pregunté. La franquicia de equipaje era de 3 x 23kg. Mi mamá llevaba su carry-on y una valija chica, con equipamiento básico, ya que Suki le dijo «no llevé ropa, comprá allá barato».
Claro, de esa sugerencia, nosotros entendimos que no lleve ropa en exceso, y ellos entendieron que la franquicia de equipaje de mi vieja estaba disponible para sus bultos. En el momento del check-in, había una valija que sobraba: la de mi vieja, ya que no habían considerado ese equipaje. Durante 10 minutos, el pandemonium: mi vieja diciendo «debo haber entendido mal, pago el exceso yo, no pasa nada», Suki diciendo «no, valija no, no valija», y atrás un 777 tratando de completar el check in. Al final, veo que Gamboa no lleva carry on, y sugiero ir a comprar dos bolsos de mano para trasladar la ropa que estaba en la valija ahí. Con los dos bolsos comprados, mi mujer abre la valija de mi vieja y se pone a clasificar qué se llevaba mi mamá y que dejaba en Buenos Aires.

En pleno proceso, Suki se acerca y le arranca la valija a mi mujer, lo que no fue muy bien tomado por esta última y con los ojos desencajados le grita «la valija a mi suegra se la desarmo yo.». Suki, con un agudo sentido de la conservación, retrocede y permite que termine. 5 minutos después, mi vieja cruza el umbral hacia la zona de embarque con su carry on y un bolso de mano. Gamboa, silencioso, lleva en el otro bolso los calzones de mi madre. Nosotros nos trajimos en el auto la valija de vuelta.

Jardín de Té Verde de Longjing

Historia II: Doha es grande, y tiene más de una puerta

Hoy, más 10 días después de volver, nos juntamos a comer puchero en casa. En un momento, mientras hablábamos del viaje, me dice «y bueh, te lo tengo que contar».
En la escala en Doha tras llegar de San Pablo, el grupo completa el check in a Hong Kong temprano y se quedan en el área de embarque. Como la espera era relativamente larga, se va a recorrer un par de locales, y pese a las advertencias  de quedarse cerca, sube una escalera mecánica y sigue recorriendo. Pierde la noción del tiempo, y cuando medianamente la recupera, vuelve para lo que cree que es la puerta de embarque, pero no ve a Suki, Tiziano o Gamboa. Le lleva un rato darse cuenta que en realidad es ella la que está en otro lado, y no que el resto del grupo todavía está dando vueltas. Se acerca a un mostrador y trata de resolver el problemita éste de estar perdida en Qatar en castellano, mientras su interlocutor no lo maneja ni un poquito. De absoluta casualidad, un muchacho que habla español se acerca y le da una mano: le comenta que su puerta está lejísimo, y la hora de salida es en 20 minutos. El chico éste le comenta esto a la persona del mostrador, traen un carrito «tipo los de golf» y la llevan hasta su gate. Cuando está llegando, ve al grupo con el que viajaba y cierra la odisea con una argentineada fascinante: la que se perdió es ella, pero desde el carrito, a unos 10 metros de la puerta de embarque, le grita a Suki: «la puta que te parió, dónde te metiste?»

Punto de Observación, Shanghai Tower, Pudong.

Historia III: Las películas de la TV China tienen buena trama

Mi mamá siempre me dice que el único idioma que maneja además del castellano es el guaraní. Por eso, una de las veces que hablamos, le pregunté si tenía tele y qué veía, porque cuando estuve en Shanghai, recordaba tener 4 canales para ver, y sólo en inglés. Me dijo «no, acá todos canales chinos, y la verdad que no entiendo un carajo. Mucho color, eso sí.»
Unos días después, me llama y me cuenta que había llovido, que volvieron a la casa donde se estaban hospedando y que:

– Me puse a ver una película de amor, de esas lindas, re linda trama.
– Pará, la otra vez me dijiste que no entendías una goma de lo que pasaban en la tele: ya aprendiste Chino?
– No, cómo se te ocurre: me parece que estaba en Ruso.

Grand Buddha, Ling Shan, Wuxi.

Historia IV: Madre e hijo, un lugar, dos fotos

Hasta unos días antes de que se vuelva, la venía piloteando con las emociones. Hasta que me mandó esta foto:

Shanghai de Noche, Madre, 2017

Automáticamente me acordé de una que le mostré yo a la vuelta de mi viaje, en 2008:

Shanghai de Noche, hijo, 2008.

Le dejé un mensaje de voz en Whatsapp en el que le decía que me emocionaba mucho ver que estaba en un lugar que le había contado tantas veces. Que por un momento, estuvimos en el mismo lugar con 9 años de diferencia y a 20000 kilómetros de casa. Me llamó casi al instante, con la voz quebrada, diciéndome que estaba pensando lo mismo. Con mi vieja a 11 husos horarios de diferencia, puedo decir casi con seguridad que fue una de las veces que la sentí más cerca.

Historia V: El mundo más grande o la casa más chica

En una de las veces que nos vimos después de que volvió, mi vieja me dijo algo que resumió, para mí, qué es viajar. Qué es encontrar ese viaje que te hace el click que te cambia la vida. A mí me pasó en ese mismo país, cuando sentí que el mundo era inmenso y necesitaba conocerlo. Estabamos tomando un café, cuando le pregunté:

–  Y? Cuándo hacemos otro viaje? Te picó el bichito de viajar?
– La verdad, sí: me gustaría conocer España.
– Viste, es como te decía: te dan ganas de conocer mil lugares.
– Tenías razón: cuando volví a casa y acomodé todo, tuve una sensación muy rara, parecida a la que tuve allá. No supe si es que se me volvió el mundo más grande, o la casa más chica.

Rascacielos de Pudong, Shanghai.

 

 

 

12 comentarios en «Nunca Es Tarde, Parte II: Cinco Historias del Gran Viaje de una Vida»

  1. El otro día descargue una historieta de Szoka donde el protagonista principal está mirando pensativo un globo terráqueo y dice «No estoy en casi ningún lugar».
    En mi caso no tiene que ir con descasar o ir de vacaciones. Tiene que ver con conocer. Veo los lugares que me gustaría conocer y creo que no me alcanza el presupuesto y los años que me quedan. 😉

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    • Hola Juan, como consejo: viajá a donde sea. No importa el lugar sino lo que hacés con él. No hubiera ido nunca a China y me partió la cabeza. No tenía interés en conocer el Vaticano y sin embargo me caían las lágrimas en la Capilla Sixtina. Un viaje, cualquier viaje, te deja cosas. Los lugares que uno quiere llegan, o no. Pero todos te cambian un poco.
      Abrazo.

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  2. Hermosas historias! La 5… Me llenó los ojos de lágrimas. Cuántas sensaciones compartidas en esa frase hermosa «No supe si es que se me volvió el mundo más grande, o la casa más chica.»

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