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    Flybondi: El fin de la inocencia

    15 de mayo de 2019 - 14:08
    Flybondi: El fin de la inocencia
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    Hay posts que se imponen, que se atropellan para salir, que casi se escriben solos. Este será uno de ellos. El disparador es que Flybondi cierra la ruta a Bahía Blanca a partir del 1 de Junio.

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    Atrás de este anuncio, lamentable por cierto, se armó la polémica de siempre. La que tiene los actores que todos esperamos. Aquellos que no se pierden un momento de éstos. Que lo estaban esperando.

    He leído a uno quejándose porque Flybondi deja de volar una ruta que no le es rentable. Tal vez sea un poco tarde para recordarle al señor que al igual que una heladería que deja de preparar helado de quinotos al whisky, porque quién carajo come quinotos al whisky, que un operador decida dejar una ruta que no le resulta rentable es esperable, lógico y hasta en cierta medida, saludable.

    En todas partes del mundo, sea el modelo de negocio que sea, las compañías aéreas han adquirido el desagradable hábito que otro universo de empresas ha desarrollado desde que un tal Adam Smith se hizo un tiempo libre y escribió un libro, allá por 1776. Este deleznable hábito, esta atroz vulgaridad se puede expresar de la siguiente forma: quieren ganar plata. Generalmente, y si la lógica no me falla, una de las formas de ganar plata es dejar de perder plata. He aquí el dilema.

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    Flybondi no hace nada nuevo cuando deja de operar una ruta. Cientos de low-cost abren y cierran rutas y bases todo el año, todos los años. Ryanair, aquella que se pone como un faro de eficiencia de costos del mundo moderno (mientras barremos minuciosamente lo que implica para sus tripulaciones) abre 70 rutas y cierra 80 cada 12 meses. Abre y cierra bases. Negocia con los estados exenciones de impuestos con la carta del cierre y los puestos de trabajo como herramienta de cuasi extorsión. Se lo hizo a Glasgow el año pasado. No es nuevo. No es la primera. No es la única. No jodamos.

    Pero acá, en el país de los campeones del mundo, la noticia de un cierre de rutas es causa nacional. Y como siempre, sale el sol sobre la calle de la novedad y todos corren a la vereda que mejor les place. Y hay gente que se regodea con el fracaso de la ruta. Que lo disfruta. No me lo contaron, lo vi. Me mandaron mensajes. Hace cosa de dos años, mandaban mensajes quejándose de las rutas que pedía Flybondi. Hoy tiran media sonrisita.

    No hace mucho evaluaban el cierre de una ruta como una tragedia. Que le dejaba la plaza abierta a un rival, que sin competencia podría poner el precio que quisiera en esa ruta y que a la larga perdíamos todos. Hoy la taba cayó del otro lado y ahora la posición dominante será de aquellos que clamaban por la competitividad para redimir todos los males del hombre. Pero no, el comentario no es el mismo. Será que la única ruta que se llora si se cierra es la propia. Será que el otro jugador lo merece.

    Soy un acérrimo enemigo de la generalización, lo que me permite creer que no son todos los que disfrutan el traspié del rival. Por suerte me consta en algunos casos. Pero hermano, el enorme favor que le hacen a quienes les ponen el cómodo sayo de sectarios y corporativistas: les confirman el prejuicio casi sin esfuerzo. Después, reclamarán solidaridad a los cuatro vientos. Ahora sí, porque esta ruta que quieren cerrar es mía. No es de ellos, es mía. Y bueno, basta muchachas y muchachos. Basta para mí, basta para todes.

    La verdadera noticia detrás del cierre de Palomar – Bahía Blanca es que podemos aprovechar esta oportunidad de oro para hablar en serio. Para dejar claras ciertas posiciones, y eliminar discursos que no son más que eso: discursos. Palabras lindas y grandilocuentes que en el fondo fondo fondo, no dicen absolutamente un carajo de nada.

    Para empezar a decir cosas, todos tenemos que dejar de joder. Las empresas privadas tienen que largar la épica de la misión divina de interconectar al país, unir a los Argentinos, contar las historias, acercar los destinos y todo eso que da mejor en los focus groups y que venden mucho más y mucho mejor que la cruda realidad: proveo un servicio de transporte aéreo a título oneroso porque es lo que sé hacer, y la intención es ganar plata haciendo esto. Si no me da plata un determinado servicio, lo dejo. Si me da plata, lo opero. Si me puede dar más, lo expando. No es tan difícil.

    La única empresa en el país que tiene como objetivo primario esto de la conectividad es Aerolíneas Argentinas/Austral. Y tiene ese objetivo porque está supeditada a una estrategia del estado nacional que la contiene. Eso, en un mundo ideal de arcoíris y unicornios y políticas de estado a largo plazo, porque si hay algo de lo que no estoy del todo convencido es que haya en realidad una estrategia para AR. Parece un nene tironeado por los padres divorciados: se le pide conectividad y se le pide ser sustentable. Se le pide que sea federal y se le pide déficit cero.

    Atrás vienen los objetivos económicos. A veces, muy atrás. Ya lo hemos hablado, mientras tenga esta dualidad de roles y este particular conjunto de expectativas y condiciones, será imposible que sea rentable. Habrá que asumir que mientras siga operando rutas no rentables en pos de ese objetivo mayor, será difícil que las que sí generan ganancia equilibren el balance, cuando se abre la competencia con un nivel de apuro que no le permite prepararse para pelear en igualdad de condiciones. Habrá que hacer las paces con eso, lo que no implica que haya que tolerar que se administre mal aquello que vive de los fondos públicos. Lo que hay que hacer es, de una vez, decidir qué queremos de AR. Y qué queremos para AR.

    En ese tironeo anda la línea de bandera, con una lucha interna entre aquellos que ven que el camino de la competitividad implica algunas concesiones, y aquellos que no cederán una coma aún cuando signifique aferrarse estoicamente a la columna de un edificio derrumbándose. Reclamándole a la banda que toca en la cubierta del Titanic una canción más. Y seguirán tirando de la cuerda, hasta que se rompa, momento en el que podrán arrogarse la victoria pírrica de no haber dado el brazo a torcer, sobre las ruinas de aquello que decían defender.

    Flybondi cierra una ruta, no será la primera, no será la única, como varios operadores han hecho o harán, acá y en todos lados. Lo que debemos hacer es de una vez, sacarle el valor agregado a lo que pasa y empezar a trabajar con hechos. Y analizarlos con la misma vara, nos guste más o menos el operador. Esté en la vereda que esté. Porque cuando LATAM cerró esta ruta, la respuesta fue distinta. Y cuando le toque cerrar a AR una ruta, seguramente tendrá una respuesta distinta. Pero basta ya de hacernos los otarios: pasajeros, periodistas, operadores. La búsqueda de rentabilidad es el motor de todas las actividades de las empresas que prestan servicios a título oneroso. No seamos inocentes.

    Saquémosle el halo de magia, bondad y simpatía a aquello que hacen. Porque cuando la cosa viene mal, el discursito de unir el país, a los argentinos y toda la sarasa queda lejos de la verdad. Como de acá a Bahía Blanca.

     

    AUTOR
    Pablo Diaz (Diazpez)
    Pablo Diaz (Diazpez)

    Desde 2017, haciendo periodismo aeronáutico. Award-Winning Journalist: Ganador de la edición 2023 de "Periodismo de Altura", otorgado por ALTA. Facts don't care about your feelings.

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