Contaba en otra nota el Media Day al que asistimos en las instalaciones de Airbus Chile y allí decía que una parte de la experiencia debía ser contada por separado. Y allá vamos, tratando de no dejar afuera ningún detalle de un día memorable.
Sirva como disclaimer: el año pasado volé en el Airbus H160, una máquina formidable que me maravilló por su confort, su tecnología y por haber visto París desde el aire. Una tarde que quedará para siempre en la mente y el corazón. El Ecureuil tenía entonces un desafío complejo: sabiendo eso, me preparé para tomar este vuelo con el menor sesgo posible. Y funcionó.
Todo arranca, como decía, hará unas dos semanas: en la previa a FIDAE, me llega un mensaje en el que me dicen que habrá una “bonita actividad” de Airbus el viernes 5. Teníamos todo -bah, todo: tener el 40% de la logística de un evento medianamente armada a más de 15 días para nosotros era una experiencia nueva- medio preparado para llegar el 8, un día antes de que empiece formalmente la feria. Pero era un cambio de planes que me dio gusto hacer.
Ya ahondamos en los detalles del Media Day, así que concentrémonos en el vuelo: esperábamos en la terraza que volviera el primer grupo mientras mirábamos la actividad de Tobalaba, apenas alterada por los preparativos de Airbus para la semana que viene (todavía no se puede mostrar pero algo podremos ir contando). Cuando el CC-DHZ llegó a plataforma y descendió el primer grupo.
Bajamos y nos acercamos al helicóptero, después de que se nos autorizó el cruce de una calle de rodaje. Ahí pudimos llegar al H125 B3 de Rotortec, con ese livery naranja y negro precioso. Con el helicóptero apagado mientras aguardábamos que llegara el camión a repostar combustible, pudimos recorrerlo y sacarle mil fotos y grabar un buen rato de video.
Terminada la carga, empieza la acción: nos subimos -con los colegas de AeroNaves- a la cabina trasera, equipada con cuatro asientos en línea. El acuerdo tácito fue que la gente de imágenes fuera en las ventanas para tener mejor visibilidad, por lo que me tocó el medio, desde donde vería bien la operación de la cabina y el instrumental.
De todos modos, la visibilidad interna del H125 es fantástica, ya que pude observar bien los paisajes y las ventanas superiores le dan una muy buena luminosidad interior. Inicia el motor, empiezan a girar las palas y cuando alcanza la potencia requerida, despegamos.
Salimos alineados con el eje de pista, y trepamos para ganar altitud. El H125 se muestra veloz y reactivo al mismo tiempo. Vacío pesa 2900 kilos menos que el H160 y se nota en el comportamiento dinámico: el 160 es una limousine, poderoso y elegante en el movimiento. El 125 es un Humvee, un vehículo de trabajo que se siente mejor mientras más complicado sea el entorno.
El mediodía de viernes a pleno sol deja ver a Santiago desde arriba con una capa de smog mínima, que permite apreciar los paisajes de la ciudad con claridad. Pronto encaramos para Farallones, a volar en las zonas que en el invierno se convertirán en centros de esquí. El helicóptero pasea alegremente, mientras Felipe Verdugo, el piloto de Airbus, nos cuenta sus características: un prodigio tecnológico que en su versión B3 incorpora sistemas que reducen la carga de trabajo de la tripulación y asisten a una operación segura.
Comparándolo con el H160, más allá de la suite Helionix del mediano que permite la operación con un solo piloto, el perfil de vuelo de este monomotor ligero hace que se requiera de mayor control, pero aun así la tripulación de dos nos deja ver que uno podrá estar ocupado con la misión mientras el otro controla la operación sin inconvenientes.
En este vuelo particular, la misión es entretener a cuatro pelandrunes que luego escribirán sobre el asunto, pero nadie le dijo a los pobres pilotos que todas las salidas iban a ser interesantes.
Los paisajes se llevan gran parte de nuestra atención, porque pocas cosas son más bonitas que la cordillera: acercarnos a ella es un lujo y un sueño cumplido, recorrerla es un bonus que sólo pude haber imaginado. Y sin embargo ahí estamos, viéndola desde el aire. Encaramos el retorno por la ciudad y aterrizamos en Tobalaba.
Como detalle final, el 160 tiene tren retráctil y apoya sobre ruedas, por lo que no me sorprendió la suavidad del contacto con el piso. Me preguntaba en el regreso cómo sería aterrizar en un helicóptero de tren fijo y si me preguntan a mí, todavía estoy esperando el brusco contacto contra la tierra: nunca pasó. Entre el helicóptero, que es una pluma, y la muñeca de Verdugo el aterrizaje fue absolutamente imperceptible.
El H125 alcanzó un hito hace poco completando 40 millones de horas de vuelo y a ese récord puedo decir que le sumé una. Nos vamos de Airbus Chile fascinados con la experiencia -para Gustavo Roe fue su primer viaje en helicóptero, todavía no cayó y estoy escribiendo esto casi 24 horas después del vuelo-, y en mi caso convencido de que en la comparativa no hay ganador porque son aparatos y perfiles completamente diferentes, que atienden necesidades específicas.
El H160 es un automóvil de lujo y no veo la hora de volver a subirme a uno. El H125 es el helicóptero de trabajo definitivo. Y tampoco veo la hora de volver a volar en él.