El 3 de septiembre de 1989, el vuelo 254 de VARIG, operado por un Boeing 737-241 matrícula PP-VMK, se convirtió en uno de los episodios más trágicos y comentados de la aviación brasileña. Aquel día, lo que comenzó como un vuelo rutinario de pasajeros entre las ciudades de Marabá y Belém, en el estado de Pará, Brasil, terminó en una catástrofe debido a un error de navegación que llevó a la aeronave a perderse en la vasta y densa selva amazónica. Este incidente es recordado no solo por las vidas que se perdieron, sino también por las decisiones humanas y fallos técnicos que lo hicieron posible.
El itinerario del vuelo 254
El vuelo 254 de VARIG formaba parte de una ruta más larga que comenzaba en São Paulo (GRU) y terminaba en Belém (BEL), con varias escalas intermedias. El 3 de septiembre de 1989, el avión despegó de Marabá a las 17:35 hora local, con destino a Belém. A bordo viajaban 48 pasajeros y 6 miembros de la tripulación. El capitán del vuelo era César Augusto Padula Garcez, un piloto con más de 15 años de experiencia en VARIG y más de 6,000 horas de vuelo en su haber. El primer oficial era Guilherme Cesar do Carmo, con una experiencia considerable pero menos que la del capitán.
El error de navegación
La tragedia del vuelo 254 comenzó con un error de navegación aparentemente simple pero catastrófico. Antes del despegue de Marabá, el capitán Garcez ingresó incorrectamente la ruta en el sistema de navegación del Boeing 737. En lugar de ingresar el rumbo 0270 (27 grados hacia el norte), ingresó 270 grados, que dirigía la aeronave hacia el oeste, en lugar de hacia el norte hacia Belém.
Este error llevó al avión a desviarse de su curso previsto hacia Belém y, en su lugar, voló hacia el interior de la selva amazónica. Al principio, la tripulación no se dio cuenta de la desviación, en parte porque no estaban utilizando todos los instrumentos de navegación disponibles para verificar su posición.
Las señales de que algo andaba mal
Después de aproximadamente una hora de vuelo, la tripulación comenzó a notar que no podían captar la señal de la radio de la torre de control de Belém, lo cual debería haber sido posible si estuvieran cerca de su destino. La falta de comunicación y la oscuridad que comenzaba a caer sobre la selva aumentaron la confusión entre los pilotos. A medida que pasaba el tiempo, la tripulación se dio cuenta de que algo estaba mal, pero para entonces ya estaban profundamente desorientados.
Los intentos de contactar con otras aeronaves y estaciones de control no lograron corregir la situación. Finalmente, tras más de tres horas de vuelo y con el combustible agotándose, el capitán decidió realizar un aterrizaje de emergencia en un área remota de la selva.
Ver también: Aerolíneas del mundo, capítulo 9: VARIG, sus comienzos y primera expansión (1927-1959)
El aterrizaje de emergencia y la supervivencia en la selva
A las 20:45 hora local, el vuelo 254 se quedó sin combustible, lo que obligó al capitán Garcez a intentar un aterrizaje forzoso en un claro en medio de la selva. El avión chocó con las copas de los árboles de 30 metros de altura antes de impactar contra el suelo, rompiéndose en varios pedazos. Milagrosamente, 53 de las 54 personas a bordo sobrevivieron al impacto inicial.
La situación de los sobrevivientes fue desesperante. Se encontraban en una de las regiones más inhóspitas del planeta, sin señales de rescate y con recursos limitados. Durante los siguientes días, los sobrevivientes tuvieron que enfrentar la falta de agua, alimentos y la amenaza constante de los peligros de la selva, incluidos insectos y animales salvajes. Las temperaturas diurnas eran extremas, y las noches eran frías, lo que aumentaba el riesgo de hipotermia.
El informe final a cargo del CENIPA (Centro de Investigação e Prevenção de Acidentes Aeronáuticos) detalla que el Transmisor Localizador de Emergencia no era del tipo que se activa por impacto, sino por inmersión en líquido, por lo que aproximadamente dos horas después del impacto el comandante lo accionó usando agua del hielo derretido de las heladeras del galley y orina.
Posteriormente los sobrevivientes organizaron un grupo para que realice una expedición en búsqueda de agua, acción exitosa al encontrar un riacho.
Pasadas más de 24 horas del impacto, se organizó una nueva expedición para buscar ayuda, dado que los elementos con los que contaba el avión para dar señales luminosas eran ineficaces en condiciones de selva tan densa. En la tarde del 5 de septiembre, un grupo localizó una hacienda, desde la que se pudo dar aviso a las autoridades aeronáuticas, que enviaron tres aeronaves del operativo de búsqueda y rescate. Esa misma noche, un helicóptero rescató a dos heridos.
El rescate fue una operación compleja debido a la ubicación remota del accidente, pero finalmente todos los sobrevivientes fueron evacuados. Sin embargo, 11 personas murieron en el accidente, incluidos pasajeros y un miembro de la tripulación.
Las investigaciones y lecciones aprendidas
La investigación posterior al accidente reveló que la causa principal del desastre fue el error de navegación del capitán, exacerbado por la falta de procedimientos adecuados para corregir la desviación de la ruta. El informe también señaló que la tripulación no utilizó los sistemas de navegación disponibles de manera eficaz y que no hubo una verificación adecuada de la ruta antes del despegue.
De la investigación surgió un error increíble. El plan de vuelo detallaba el rumbo 0270, lo que significaba 027,0 grados. En ese entonces VARIG proporcionaba el mismo tipo de plan de vuelo para aviones que utilizaban rumbos decimales y para los que solo utilizaban el valor completo del rumbo. Los pilotos interpretaron el valor como 270°, lo que significó cambiar la dirección de norte, a oeste. Un vuelo de menos de una hora se extendió por más de tres horas hasta que el avión se quedó sin combustible. El cuarto dígito sólo era utilizado por las tripulaciones de los DC-10, que estaban equipados con sistemas de navegación inercial (INS). Los Boeing 737 no estaban equipados con INS y utilizaban sistemas de radiobalizas (NDB) y VOR para la navegación.
Al margen de ello, el informe también señala que «desde el despegue hasta el inicio del descenso hacia el destino previsto, la tripulación acabó envuelta en un proceso de automatismo, ya que, aunque durante ese tramo no recibían ninguna ayuda de radionavegación desde Belém, creían, por predisposición, que estaban en el rumbo correcto».
Cuando no pudieron contactarse via VHF con Belém, lo hicieron con otra aeronave que iba al mismo destino y les informó que recibía todas las señales sin dificultades. Incluso así los pilotos no tuvieron la necesidad de revalidar su navegación, prefiriendo aceptar la hipótesis de falla en los instrumentos de a bordo, manteniendo la proa con rumbo equivocado.
«Tal confianza en llegar a destino llevó al comandante a solicitar autorización para iniciar el descenso. La creencia de que estaba próximo a Belém fue reforzada por la liberación del descenso a nivel 200», detalla el informe final.
A las dos horas del vuelo, y tras supuestamente haber pasado la vertical Belém, pero sin contacto visual, la tripulación toma conciencia de la desorientación y «un estado de conmoción se abate sobre el comandante». En ese momento, cambian de objetivo: llegar a Marabá o Carajás. Siguen señales de radio que presumen son de Marabá, siempre bajo la suposición de que habían pasado cerca de Belém. Pero en realidad esas señales correspondían a Goiania y Barrra do Garcas, cientos de kilómetros al sur. «La atención estaba fascinada con tal hipótesis, de forma que la tripulación mantuvo el vuelo nivelado hasta que, al frustrarse, verificó que la alternativa sería un aterrizaje forzoso», indica el informe final.
La ansiedad reinaba en la cabina. «Que esto sea solo un sueño, que esto sea solo un sueño para todos nosotros», queda registrado en la grabadora de voz.
El accidente del vuelo 254 de VARIG destacó la importancia de los procedimientos de verificación y la necesidad de capacitación adecuada para los pilotos en el uso de sistemas de navegación. También llevó a una revisión de las prácticas operacionales en VARIG y otras aerolíneas para evitar errores similares en el futuro.
Un legado de advertencia en la aviación
El vuelo 254 de VARIG sigue siendo un recordatorio de cómo un error humano, aunque pequeño, puede tener consecuencias catastróficas en la aviación. La tragedia subraya la importancia de la precisión y la comunicación en la cabina de mando, así como la necesidad de procedimientos estrictos para garantizar la seguridad de los vuelos. Aunque muchos de los sobrevivientes pudieron contar su historia, el accidente dejó una marca indeleble en la historia de la aviación brasileña y en la memoria de quienes perdieron a sus seres queridos en aquella fatídica noche en la selva amazónica. El piloto y el copiloto, si bien fueron condenados a cuatro años de prisión, no cumplieron efectivamente la pena al no poseer antecedentes.
Descargar documento: Informe final del accidente del vuelo 254 de VARIG
creo que no solo fué un fatídico erros de curso, también de control o comunicaciones ya que al pedir posiciones en control podría haber advertido que el FPL no se estaba cumpliendo sugun ruta proyectada, ademas en un vuelo de una hora demoraron mas de dos para darse cuenta que algo estaba mal.
En fin. leccion aprendida.