La Marina de EE. UU. ha lanzado una investigación confidencial, conocida como «Proyecto Odin’s Eye», para determinar si las fuerzas extremas de las maniobras de combate aéreo y los despegues desde portaaviones están causando lesiones cerebrales acumulativas en los pilotos de élite del Programa de Instructor de Tácticas de Cazas de Combate (SFTI, por su sigla en inglés), popularmente conocida como TOP GUN. La investigación fue impulsada tras el suicidio de tres pilotos veteranos.
La investigación, revelada por The New York Times, señala que la Marina recopilará hasta 1.500 datos de pilotos para identificar signos tempranos de posibles lesiones neuronales.
Aunque oficialmente la Marina norteamericana niega la existencia de un vínculo entre las maniobras de vuelo de altas fuerzas G y las lesiones cerebrales, la investigación surge tras una serie de incidentes preocupantes: en los últimos 18 meses, tres pilotos experimentados de cazas Super Hornet se suicidaron. Sus familias afirman que todos presentaban síntomas consistentes con lesiones cerebrales, incluidos problemas de memoria, ansiedad y conductas erráticas.
Los daños acumulativos de un cuerpo llevado al extremo por años
Los pilotos de combate están expuestos a fuerzas G extremas durante los despegues catapultados desde portaaviones y las maniobras de combate aéreo violentas, como las que se dan durante la “pelea de perros”. Estas fuerzas provocan que el cerebro sea empujado contra el cráneo, generando una presión que puede romper las delicadas conexiones entre neuronas. Aunque la Marina ha estudiado el impacto de maniobras aisladas, hasta ahora no había prestado atención a los efectos acumulativos de estas exposiciones a lo largo de la carrera de un piloto.
Según testimonios recopilados por The New York Times, los pilotos veteranos afirman que años de lanzamientos con catapulta desde portaaviones y maniobras de alta velocidad que aplastan el cuerpo, pueden tener un efecto acumulativo severo, dando cuenta de síntomas como pérdida de memoria, ansiedad, ataques de pánico, insomnio e irritabilidad extrema. Sin embargo, estos problemas suelen atribuirse a trastornos de salud mental no relacionados con el vuelo. Por miedo a ser dejados en tierra, muchos pilotos prefieren ocultar los síntomas.
El daño cerebral acumulativo, causado por la exposición repetida a fuerzas G extremas y despegues desde portaaviones, fue subestimado, según expertos y pilotos. La presión repetida sobre el cerebro podría provocar desgarros en las conexiones neuronales, generando síntomas neurológicos a largo plazo.
Para ilustrar el problema, The Times entrevistó a la Dra. Kristin Barnes, excapitana de la Marina y médica especializada en lesiones cerebrales, quien durante su larga carrera en la US. Navy pilotó el F-14 Tomcat.
«Cuando te lanzan desde el portaaviones, pasas de 0 a 320 km/h en solo dos segundos», explicó la Dra. Barnes. «Tu cerebro se aplasta contra la parte posterior del cráneo. Puedes recuperarte una vez, incluso diez veces. Pero yo lo hice 750 veces».
La Dra. Barnes no fue consciente del daño cerebral acumulado hasta años después de su retiro, cuando comenzaron a manifestarse síntomas de confusión y pérdida de memoria.
Otro testimonio elocuente es el de Mark Keller, ex oficial de armas del Super Hornet, que describió cómo el entorno extremo dentro de la cabina afecta el cuerpo y la mente.
«Desde el suelo, las maniobras parecen elegantes, pero en la cabina, vibras de forma brutal y luchas por no perder la conciencia«, señaló. Años de llevar el cuerpo al extremo terminan por afectar la personalidad de los pilotos. «Antes era tranquilo y relajado, pero me convertí en alguien impulsivo y agresivo«, confesó Keller.
Tras dejar el servicio activo, Keller reconoce que se volvió dependiente de sustancias, incluidas la cocaína y la marihuana, para enfrentar la ansiedad y la depresión.
Las fuerzas G que el cuerpo de un piloto puede tolerar durante el vuelo están ampliamente estudiadas y documentadas. Gracias a años de riguroso entrenamiento, la aplicación de técnicas de fuerza y respiración, y el uso de trajes anti-G, los aviadores de combate pueden mantener la conciencia incluso cuando su cuerpo soporta nueve veces su propio peso.
En condiciones normales, se considera que 9 Gs es el límite máximo soportable por un piloto durante una maniobra brusca antes de perder el conocimiento, y tradicionalmente se ha asumido que las lesiones cerebrales solo ocurren cuando algo sale mal. Sin embargo, se ha prestado poca atención a los efectos acumulativos de los cientos de vuelos que los pilotos realizan a lo largo de su carrera al mando de un caza.
Estos efectos acumulativos no son fáciles de detectar. A diferencia de una conmoción cerebral tradicional, que puede diagnosticarse en un hospital, las lesiones cerebrales subclínicas acumulativas solo pueden identificarse tras la muerte, mediante el análisis de tejido cerebral en laboratorios especializados.
Proyecto Ojo de Odin y un cambio de enfoque necesario
El Proyecto Odin’s Eye, lanzado a principios de este año, se enfocó inicialmente en la detección de lesiones cerebrales en los Navy SEALs, quienes están expuestos a explosiones y ondas de choque. En noviembre, el programa se amplió para incluir a los pilotos de TOPGUN. La existencia del programa fue confirmada por una portavoz de la Marina Norteamericana.
Según una fuente anónima citada por The Times, el proyecto se habría iniciado sin la aprobación formal de los mandos médicos y aéreos de la Armada, con el fin de abordar con urgencia una necesidad crítica y comprender la magnitud del problema. La misma fuente indicó que los altos mandos de la Marina podrían no estar al tanto de la existencia del programa.
La inquietud sobre los riesgos de lesiones cerebrales acumulativas no es nueva. Desde 2019, la US Navy ha enviado discretamente a varios pilotos a clínicas civiles especializadas en lesiones cerebrales y financiado investigaciones al respecto.
El Proyecto Odin’s Eye busca ahora examinar de forma más profunda el impacto de estas maniobras en la salud cerebral de los pilotos de caza, en un esfuerzo por prevenir futuras tragedias y abordar un problema que, según los expertos, ha estado oculto por años. La investigación podría cambiar las normas de entrenamiento y operación para los pilotos de combate, así como las pautas para la detección y el tratamiento de lesiones cerebrales.