Hay artículos que uno no sabe bien cómo empezar. Tal vez me sirva arrancar en el presente: escribo esto desde el McDonald’s de Aeroparque a las 8:00 en punto de la mañana del domingo 29 de mayo de 2022. El vuelo que vine a tomar, el AR1240, está sobrevolando Santa Catarina. Y yo no estoy en él.
Hace una hora y media, estaba a tres personas de subirme al LV-FQC cuando me di cuenta de que me había olvidado la mochila en la puerta 19. Corrí por la manga hasta que me encontré con tres empleados de tráfico de Aerolíneas y les dije «me olvidé la mochila.» Los tres me miraron estupefactos y uno me dio a elegir: «¿el vuelo o la mochila?» no lo dudé, y mientras él empezaba a mover cielo y tierra, yo veía al FQC separarse de la manga. Arrancaba una mañana muy particular.
Habrán pasado 10 minutos cuando me dice «ahí la encontraron, bancanos un toque y te llevamos a buscarla». Al rato apareció uno de los micros que llevan pasajeros a posición remota y nos acercamos al área de embarque internacional. Pasamos seguridad y Migraciones -en un trámite que desconocía y se llama «desmigrar»- y ahí se acercó un agente de la PSA y me preguntó el color de la mochila, qué tenía adentro y dónde la había dejado, para saber si hablábamos de la misma pieza.
Minutos después, mientras esperaba que otros pasajeros que habían tenido que desmigrar terminaran sus trámites, vino otro agente con mi mochila en la mano. Me volvió a preguntar datos y me la entregó, pidiéndome que revisara que estuvieran todas mis cosas. Lo más importante (la computadora que estoy usando para escribir estas líneas y algunos chirimbolos electrónicos menores) estaba, al igual que el resto. Les agradecí por dos cosas: uno, que me la hayan devuelto y que ocultaran la mirada con la que seguramente me juzgaban en silencio.
Terminados los trámites de desmigración de todos, volvemos al hall principal. Resuelto el primer gran problema, tenía un segundo temita que resolver: la cuestión ésta de llegar a San Pablo, porque el viaje se tiene que hacer sí o sí.
Me acerco al mostrador de ventas de Aerolíneas, pregunto por el primer vuelo con lugar a Guarulhos y tengo la suerte de que haya un asiento en el 1242, que sale 15:45. Pago la diferencia de tarifa -y aseguro con ello que se mantenga la reserva original, porque un no show a la ida puede anular el viaje de vuelta- y acá estoy, viendo cómo sale el sol desde el McDonald’s de Planta Baja.
Es abrumadoramente obvio que hubiera preferido estar ya arriba del avión y que nada de esto hubiera pasado. Pero estas cosas pasan (que uno sea medio nabo ayuda a las probabilidades de que ocurra, no tengo dudas), y lo importante es ver cómo se resuelve. Tengo todas mis cosas, viajo más tarde y prácticamente no me pierdo nada de lo programado. Enorme win-win, en circunstancias complicadas.
Como consejo (adicional al «nunca pierda de vista sus cosas»), creo que puedo dejarles el más importante: busquen ayuda rápidamente. Tuve la suerte de encontrarme con Alan, Esteban y Fabricio (a quienes voy a reconocer en un mail a la empresa), que más allá de lo que hicieron por mí demostraron una cualidad enorme que va más allá del resultado de la gestión: empatía.
Además de ellos tres y la chica que me atendió en la oficina de Ventas, el personal de PSA y Migraciones que lidió con esto -y seguramente lidia con muchos casos similares- también merece ser mencionado. Nuevamente, más allá de haber solucionado el problema, la calidez de cada uno en un momento complicado de la mañana de este servidor fue un bálsamo. Así como decimos lo malo, hay que decir lo bueno. Y esto lo fue.
Es fácil decirlo con el diario del lunes y seguramente si no hubiera recuperado la mochila mi ánimo sería otro. Pero lo que arrancó como un tremendo problema -tragedia es otra cosa- es una anécdota de esas que uno cuenta y se banca las risotadas y los calificativos porque los merece. Y en el medio de esa anécdota, un grupo de gente que labura, entiende y resuelve.
Me voy a quedar un rato por acá, haciendo tiempo. En un rato empieza la carrera de Fórmula 1, y la veré en la compu. Cuando llegue finalmente a San Pablo, descansaré de esta mañana que en los papeles iba a ser muy distinta. Pero que al final, no está tan mal tampoco.
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