Hay chistes que pueden costarte un vuelo. O, mejor dicho, pueden costarte todos los vuelos de tu vida.
Anoche, en el aeropuerto de Mendoza, Argentina, el vuelo de una low-cost que estaba listo para despegar tuvo que ser demorado innecesariamente porque, según nos mencionaron fuentes aeroportuarias, un pasajero, al que le pidieron que despachara su valija porque no entraba en el compartimento superior, respondió que no porque “llevaba una bomba”. Sí, como lo leés. Una bomba. Así, como si nada.
El resultado fue el que marca cualquier manual de aviación civil en cualquier parte del mundo: se activaron los protocolos de seguridad. El avión retenido, los pasajeros demorados, la tripulación obligada a cumplir con el procedimiento paso a paso, y el autor del chiste, claro, retenido por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA).
Y todo por un chiste malo o comentario desubicado producto del enojo del momento.
Lo que mucha gente todavía no entiende —y ya va siendo hora de que lo entiendan— es que la aviación no se toma estas cosas a la ligera. Ni debe. Porque una frase mal dicha puede ser el inicio de una catástrofe. Y como no hay forma de saber si quien menciona la palabra "bomba" está haciendo una broma o hablando en serio, la única reacción posible es activar el protocolo. Es decir: evacuar si hace falta, revisar la aeronave, demorar el vuelo, llamar a las autoridades. Todo. Siempre.
Así que no, no es gracioso decir que llevás una bomba. Ni en el check-in, ni en el control de seguridad, ni en la puerta de embarque, ni arriba del avión. De hecho, es una de las pocas cosas que automáticamente convierten al “gracioso” en una amenaza. Porque eso es lo que pasa cuando uno dice “bomba” en ese contexto: pasa a ser tratado como potencial terrorista hasta que se demuestre lo contrario.
Y después vienen las consecuencias: una denuncia, una investigación, la posibilidad de que se te impida volar de por vida con la aerolínea (o varias), antecedentes judiciales y, con suerte, una lección aprendida que llega bastante tarde.
No es la primera vez que pasa. Y lo más preocupante es que tampoco será la última, mientras haya personas que crean que hacer un comentario así es apenas parte de su "humor ácido" o falta de autocontrol cuando se niega a cumplir la orden de un tripulante.
Pero no hay margen para el humor en estos casos. Porque la seguridad aérea funciona precisamente por no dejar lugar a la duda. Nadie va a arriesgarse a pensar “ah, seguro está jodiendo” (o bromeando, para los lectores de otras latitudes). Porque si alguna vez no lo fuera, el costo sería impagable (y no hablamos de dinero).
Así que, por favor, si estás por subirte a un avión y sentís la tentación de hacer un comentario “picante” para impresionar a alguien o para probarle al mundo lo ocurrente que sos, cerrá la boca. En serio. Por vos, por el resto de los pasajeros y por toda la gente que trabaja para que volar sea seguro.
El cielo no es lugar para bromas. Y el aeropuerto, mucho menos.
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